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¿Por qué Chile está tanto mejor que Argentina?

por Miguel A. Boggiano

Ante esta situación delicada, el gobierno enfrentaba una enorme oportunidad de proponer políticas y
reformas estructurales que permitieran reactivar la matriz productiva. Sin embargo, el gobierno se ensañó
en convertir al sector público en el motor de la economía, sobredimensionando con ello el tamaño del
estado. Resulta obsceno observar que luego de 12 años de gobierno, el estado aumento su tamaño del 22% al
44% del PBI. De esta forma todo el empleo que no se generaba en el sector privado se escondió durante el
Kirchnerismo bajo el ala del estado.

“El problema es que generalmente
a la salida de dichas crisis esos
ingresos se consolidaban en mayor gasto
público y entonces se argumentaba la
imposibilidad de eliminarlos. Sin embargo la
agobiante presión tributaria no resultó
suficiente. El gobierno comenzó a financiar
los déficits fiscales con deuda interna,
generando en consecuencia un espiral
inflacionario que al día de hoy no se logra
resolver. Esto es lo que miramos por el espejo
retrovisor del pasado más reciente de
Argentina, y explica en gran medida la
actualidad y los problemas que enfrenta.
Argentina está atrapada en un espiral vicioso
de cortoplacismo."

Con un estado en crecimiento que demandaba cada vez más recursos, se prolongaron hasta la
fecha esquemas tributarios que nacieron de forma transitoria para cubrir la necesidad de
recursos que el estado requería. De esta manera, la mayoría de los cambios en materia fiscal no
se dieron en el marco de una reforma de largo plazo, sino más bien al calor de las crisis o en
situaciones de emergencia.

             

El problema es que generalmente a la salida de dichas crisis esos ingresos se consolidaban en
mayor gasto público y entonces se argumentaba la imposibilidad de eliminarlos. Sin embargo la
agobiante presión tributaria no resultó suficiente. El gobierno comenzó a financiar los déficits
fiscales con deuda interna, generando en consecuencia un espiral inflacionario que al día de hoy
no se logra resolver. Esto es lo que miramos por el espejo retrovisor del pasado más reciente de
Argentina, y explica en gran medida la actualidad y los problemas que enfrenta. Argentina está
atrapada en un espiral vicioso de cortoplacismo.

Con el cambio de gobierno en 2015, Mauricio Macri asumía la enorme tarea de rencausar una
economía diezmada y ordenar un estado deformado. Había dos objetivos fundamentales a lograr:
a) reducir el déficit fiscal y b) encarar reformas estructurales y profundas, principalmente en
materia fiscal. En pos del logro de este objetivo, el gobierno desarrolló un plan económico con
impronta gradualista. De esta manera las modificaciones que requería la economía se realizarían
progresivamente conforme el gobierno fuera ganando aceptación política.

Sin embergo, el plan del gobierno descansaba en una enorme dependencia externa. En efecto,
dependía de que el mercado mundial continuara operando con los niveles de liquidez que lo
venía haciendo, dado que la variable de ajuste para equilibrar las cuentas fiscales era el
endeudamiento. En el momento que la Reserva Federal de los EEUU comenzó a avanzar con una
clara política monetaria contractiva, Argentina quedó al desnudo y su elevado nivel de
vulnerabilidad se manifestó.

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En el marco de este contexto ya adverso para la economía Argentina, se sucedieron otros eventos
desfavorables como la brutal sequía que acosó al país a inicios de 2018 y los brotes de crisis en
países emergentes. El mercado local comenzó a inquietarse y se precipitó una feroz devaluación
de la moneda del orden del 54%. El escepticismo respecto de las posibilidades genuinas del
gobierno de encauzar la economía comenzaba a acrecentarse. Aquí terminó de morir la política
gradualista (o lo que quedaba de ella) y Argentina se vio forzada nuevamente a acudir el FMI. Por
la pereza del gobierno, el ajuste lo realizó el propio mercado.

Hoy Argentina enfrenta una encrucijada. Deberá resolver su problema de déficit fiscal, sin volver
a caer en soluciones cortoplacistas y demagógicas. Deberá apropiarse de su historia y no volver a
cometer los errores del pasado. Argentina, necesita un plan Integral con mirada de largo plazo
para achicar un estado enorme, descomprimir la elevada presión tributaria que genera sobre el
sector privado y con ello encausar las cuentas públicas hacia el equilibrio. 

Argentina, debe probarse a sí misma que puede salir de la inercia en la que viene inmersa hace décadas y asumir
que ante la adversidad vuelve a tener una oportunidad para hacer las cosas mejor.

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