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La trampa de la inteligencia

La trampa de la inteligencia: por qué las personas más listas cometen los errores más graves

Seguro conoces a alguna persona que, aunque se le considera muy inteligente, a veces comete actos que podemos considerar tontos absurdos. Es como si  su genialidad se apagara por un momento y actuara sin la menor pizca de sentido común, sobre todo en situaciones comunes o sencillas que a la mayoría de la gente no le representan ningún problema.

Generalmente pensamos que una persona inteligente es aquella que tienen muchos conocimientos y una gran capacidad para realizar actividades. Sin embargo, la acumulación de información no necesariamente implica que sea analizada y utilizada para la toma de decisiones exitosas.

De igual manera, puede tener la capacidad de ejecutar con precisión ciertas acciones referentes a su ámbito de estudios o profesión, pero al mismo tiempo puede fracasar en otras actividades como la interacción social o temas subjetivos como el arte. ¿Por qué ocurre esto? ¿Será que no son realmente inteligentes? ¿O tal vez existen diferentes tipos de inteligencia?

Teoría vs Práctica

Las pruebas de IQ (cociente intelectual) sirven para medir la inteligencia de las personas -principalmente los niños-, comparando la edad física con la edad mental. Para eso es necesario evaluar el razonamiento, la lógica acertada, la abstracción y la capacidad para procesar nueva información.

Sin embargo, estas pruebas (con las que se supone se determina la inteligencia de una persona) no toman en cuenta otras variables como la toma de decisiones en la vida real, la interacción con otras personas, el tipo de conocimientos que se adquieren a lo largo del tiempo e, incluso, si facilidad para empatizar con otros individuos; ya que todos estos aspectos no son cuantificables ni se pueden poner en una escala como la de las pruebas de IQ.

 

Muchas veces los parámetros de ‘inteligencia’ no determinan si la persona tendrá la capacidad de utilizar de manera óptima los conocimientos que ha adquirido para resolver situaciones de la vida diaria o alcanzar las metas que se ha propuesto. Esto no necesariamente significa que quienes tienen un IQ alto no podrán desenvolverse socialmente o realizar actividades fuera de su campo, significa que la inteligencia es algo tan completo que no se puede medir con sólo una prueba.

El pensamiento crítico

Además de la inteligencia, entendida como la información adquirida y su posterior análisis, existe algo llamado ‘pensamiento crítico’. De acuerdo con los especialistas, se trata de una serie de habilidades enfocadas en pensar de forma racional y con un objetivo determinado, para lo cual es muy necesaria la capacidad de analizar y descartar los conocimientos previamente adquiridos (cosa que las personas ‘inteligentes’ no siempre hacen).

El sobre análisis y la falta de interés de poner en duda los conocimientos adquiridos, muchas veces provoca que los listos se compliquen la existencia con situaciones de la vida cotidiana como elegir una película, comprar un regalo de cumpleaños, escoger un restaurante para cenar, etc.  

Si a esto le sumamos que objetivos como el bienestar y el éxito son muy subjetivos, tendremos como resultado que para lograrlos es más útil el sentido común y el pensamiento crítico, que el hecho de adquirir información y analizarla siguiendo patrones ya establecidos y no aquellos que nos conduzcan a nuestras metas personales.

 

Tipos de inteligencia

Como ya se mencionó, los test de coeficiente intelectual sólo miden la inteligencia analítica con ejercicios como reconocer patrones y resolver problemas lógico-matemáticos. Sin embargo, no toman en cuenta otros tipos de inteligencia humana como la creativa y la práctica.

La inteligencia creativa es aquella que determina nuestra habilidad para enfrentar y resolver situaciones nuevas, de manera óptima y de acuerdo con lo que queremos lograr. Por su parte, la inteligencia práctica es la capacidad para realizar las actividades. En esta última existe una gran variedad de opciones, pues una persona que es muy hábil para cocinar, no necesariamente será el mejor para los deportes, por poner un ejemplo.  

«Yo sé lo que hago»

Independientemente del IQ de una persona, de sus sentido común o de las habilidades que posea, hay algunas cuestiones que pueden interferir en su razonamiento como el exceso de confianza, la presión a la que está sometido o inclusive la pereza mental.

A veces creemos que tenemos dominada una situación porque ya la conocemos, porque hemos superado pruebas más complicadas o simplemente porque nos sentimos los más listos del mundo. Pero al final resulta que fracasamos en esa tarea porque presenta algunas variables que ni siquiera notamos o porque nos confiamos en que podríamos resolverla ‘con los ojos cerrados’ y no nos tomamos la molestia de pensar en la manera más fácil de solucionarla y nos vamos por el camino de siempre.

En 1904 Charles Spearman, uno de los investigadores que más aportaciones hizo al estudio de la inteligencia humana, aseguró que para comprender este campo es necesario tener en cuenta que existen aptitudes particulares y habilidades mentales que varían en cada persona.

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