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Artistas de nombre raro y cuadros sin título

La galería está vacía como casi siempre pasa en las galerías de arte de Buenos Aires cuando no se inaugura nada. Son lugares todavía más silentes que los museos que al menos cumplen con una f...

La galería está vacía como casi siempre pasa en las galerías de arte de Buenos Aires cuando no se inaugura nada. Son lugares todavía más silentes que los museos que al menos cumplen con una función determinada en el mapa del ocio. ¿Pero las galerías? ¿Quién está en una galería de arte a las seis de la tarde en Buenos Aires? Llegué atravesando Florida, alguna vez vía del arte porteño, ahora cualquier cosa menos eso. Aunque sí hay expresiones artísticas independientes, a la intemperie. Un tipo desparramado en la gélida peatonal, estampando escenas del animé japonés con tizas (la pareja brasileña que evita pisar arte); el fantasma de una milonguera en la solitaria bailarina callejera a la pesca del dólar (del) turista; el coro de arbolitos que crean un canon descendente sobre una única palabra que no cambia: “cambio”. Hay que pasarse de Florida, de Plaza San Martín, para llegar a la vitrina sobre Suipacha donde se lee “Eternos Vol. 2″. Hay algo de recopilación despareja en ese nombre. Vienen a la mente tapas de discos donde se podían mezclar grupos de rock-pop con cantantes de boleros y hasta algún hit de la RAI, el ye-ye francés o algún tango perdido. Tapas de discos con chicas atractivas que insinuaban que en el disco había algo más. Pero no. Solo había música y hormonas entonces.

Eternos Vol. 2 en la galería Cecilia Caballero es, en efecto, una recopilación pero no de hits (en algunos de aquellos LP ni siquiera eran los intérpretes originales) sino de pintura en un arco de época que va de los años 60 a los 90, y apenas un poco más. La asociación se vuelve todavía más adecuada cuando se está frente a la joya de la corona. Una explosión de pintura amarilla de Kuitca en el que, velada, una gota que salpica parece estar a punto de regenerarse y volver del cuadro al material bruto en apenas un instante. Pero, ahí, sobre tanto amor amarillo, el más conceptual de los pintores argentinos ha escrito la letra de “Estréchame fuertemente”, tal como Emi-Odeón había editado “Hold Me Tight” (Lennon-Mc Cartney) en el segundo LP de los Beatles (más “eternos” imposible). Dice, en el cuadro, en inglés, eso de “Hold me tight/ let me go on loving you/ tonight tonight/ making love to only you/ so hold me tight…”. De cuando los Beatles hacían música ligera. La obra podría llamarse “De aquel amor (amarillo) de música ligera” entonces, pero Kuitca prefirió el sobrio “Sin título”. Para leer la ficha (dice que perteneció a la colección del chileno Ed Shaw) casi hay que abismarse a la escalera que conduce al subsuelo y no queda otra que bajar entonces.

Entonces en Eternos Vol.2, como en aquellos compilados, los Beatles (Kuitca) se pueden mezclar con un artista rarísimo, muy poco visto, llamado Miguel Kulianos. Lo conocí en París cuando desandaba la vida de Antonio Berni en el taller del (hoy inexistente) de pasaje Cité-Prost. Kulianos había estado por detrás de muchos de los assemblages y xilocollages de la serie Ramona Montiel estrenada en esa ciudad en mayo de 1963 y en esta, Buenos Aires, en agosto en el Museo de Arte Moderno. Había nacido en Río Gallegos y decía ser “el primer artista de Santa Cruz”. Tenía un aspecto acaso antiguo, como de eremita y describía sus pinturas de manera muy poco precisa. “Abstracciones”, decía, como si fueran garabatos. Pero aquí están y son algo bastante único, objetos-pintura en los que, como en el arte madí pero distinto, el marco y la superficie pintada son inescindibles. Hechas en acrílico sobre madera, en las dimensiones que su minúscula habitación al borde de la Banlieu le permitía, parecen flechas captadas en una fotografía o escudos de un reino africano extinguido o futuro. Es curioso que una de sus obras haya sido colocada espalda contra espalda con un notorio Antonio Seguí de principios de los 60. Visité también a Seguí en aquel viaje y era la antítesis de Kulianos: consagrado, dandy, con una enorme casa-taller en la que un auxiliar completaba esas series de cuadros con hombrecitos que vendía por kilo.

Qué raro este reencuentro con Kulianos. Desconocido, pero “eterno” y, como Kuitca, con un apellido raro y obras sin título. Abstracciones nomás.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/artistas-de-nombre-raro-y-cuadros-sin-titulo-nid22072023/

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