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Es de Rusia, vive en Argentina y cuenta lo que ama y lo que le parece incomprensible del país: “¿¡Por qué!?”

“¡Estoy enamorada de la Argentina! Me gusta su gente, su manera de ser ¡los argentinos son tan emocionales y tan reales! Son valores humanos importantes, que me enseñaron mucho”, cuenta Alek...

“¡Estoy enamorada de la Argentina! Me gusta su gente, su manera de ser ¡los argentinos son tan emocionales y tan reales! Son valores humanos importantes, que me enseñaron mucho”, cuenta Aleksandra Dzgoeva, una mujer oriunda de una ciudad llamada Sochi, ubicada en la nación más grande del planeta.

A su llegada, sin embargo, a la joven rusa le costó adaptarse a tanta efusividad, tanto roce, abundancia de abrazos, y besos distribuidos incluso entre extraños que no parecían sentirse invadidos en su espacio personal: “En Rusia somos más formales y cerrados para expresar nuestras emociones. El beso y el abrazo están reservados para las personas que uno quiere: miembros de la familia o mejores amigos, ¡pero no para los desconocidos!”.

Con el tiempo, Sasha, tal como la llaman en su círculo íntimo, no solo encontró el encanto de tan peculiar comportamiento, sino que comenzó a disfrutar ampliamente de las reuniones, ¡tan frecuentes y colmadas de expresividad! En especial aquellas familiares, en donde la cultura gastronómica argentina se puso de manifiesto a través de sus empanadas y la parrilla, con su asado, chorizo, y mucha carne, acompañada por vino argentino en grandes cantidades.

“También hay unos restaurantes increíbles. A pesar de que no como carnes rojas ni pollo desde los diez años, disfruto de los mariscos, pescados y variedades de verduras y frutas frescas que encuentro en Buenos Aires. ¡Y qué puedo decir del vino! El vino argentino fue el culpable de originar mi relación con mi pareja, Francisco, y de que hoy viva en la Argentina”, revela.

Una relación trotamundos y una Argentina impactante: ¿dónde vivir?

Aleksandra conoció a Francisco en una feria de vinos de su ciudad, Sochi, en el año 2017. Él, un valenciano que vivía en la Argentina desde los nueve años, se hallaba allí presentando los productos estrella de la bodega para la cual trabajaba. Ella, en una de esas casualidades del destino, arribó junto a un grupo de amigos para degustarlos.

Las miradas cómplices derivaron en una conversación inesperadamente cálida para Sasha, quien nada sabía de las costumbres sociales argentinas. Aquel momento mágico trajo consigo nuevos encuentros, y la joven rusa y el español devenido argentino, se enamoraron.

“Nuestra relación no fue una muy normal”, ríe. “¡Yo vivía en Sochi y él en Buenos Aires! Por otro lado, Francisco viajaba seguido por negocios a diversos destinos del mundo, por lo que al comienzo nuestras citas se daban en distintos puntos geográficos: estuvimos en Seychelles, Bali, Malasia, Hong Kong, Turquía, Francia, Italia, España. A su vez, viajé varias veces a la Argentina, donde conocí a su familia y amigos”.

Fue durante aquellos viajes sudamericanos que Sacha tuvo la oportunidad de recorrer lugares como Mendoza, Iguazú y Bariloche. En su camino, sus ojos asombrados develaron un territorio argentino magnífico que provocó en ella un impacto profundo, con sus tantos paisajes, y su naturaleza y clima cambiantes.

También se encontraron en Rusia, donde Aleksandra llevó a Francisco a conocer Moscú y San Petersburgo, mientras que en Sochi tuvo la oportunidad de presentarle a su propia familia. Pero, a pesar de los viajes fascinantes y los encuentros con sabor a aventura, el vínculo debía tomar un rumbo de mayor estabilidad si quería prosperar.

“No es fácil tener una relación a distancia y menos cuando es tan grande”, asegura Sacha. “En cada despedida la realidad emergía clara: yo estaba en Rusia y él en Argentina”.

Finalmente, después de un año y tres meses de aeropuertos, aviones, reencuentros y separaciones físicas, Aleksandra y Francisco decidieron vivir juntos en Buenos Aires.

Aprender el idioma, la clave para hacer amigos y menguar la nostalgia

Desde su niñez, Sasha acostumbraba viajar y mudarse de una casa a otra, como consecuencia de la profesión de su padre, un oficial de la marina militar. La vida peregrina desarrolló en la joven un espíritu curioso, siempre explorador de los lugares, las personas, y los estilos de vida: “Me gusta mucho viajar para conocer más acerca de los hábitos y las diferentes culturas”, asegura. “No fue tan difícil mudarme a la Argentina”.

La idea de un proyecto permanente, sin embargo, trajo consigo su sabor extraño y una pequeña nostalgia anticipada hacia su querida Sochi, allá a lo lejos, en la gran Rusia. Para menguar una posible sensación de soledad, Sacha tomó la sabia decisión de estudiar español desde su llegada.

“Comencé a hacerlo en la UBA, algo que me hizo muy feliz. En la universidad había mucha gente de todo el mundo aprendiendo el idioma y enseguida pude hacer nuevos amigos. Para mí la lengua no fue un problema porque, aparte de mi ruso materno, también hablo inglés y francés. ¡Siempre me gustaron los idiomas!”, cuenta. “Otro factor que ayudó en mi llegada fue la familia de Francisco, quien constantemente organizaba reuniones con los abuelos, los hermanos, los tíos, los amigos e incluso con los familiares de estos. Igualmente, siempre extraño Rusia, a mis amigos y a mi familia. Ciertamente hoy en día no es tan fácil...”, continúa pensativa.

El lado incomprensible de la Argentina: ¿¡por qué!?

A pesar de su innegable enamoramiento con la Argentina y su gente, con el paso del tiempo Sasha comenzó a revelar algunos aspectos poco atractivos de su nueva sociedad.

Amante del aire libre y las largas caminatas para despejar la mente y respirar otra atmósfera, en sus paseos surgieron incomodidades difíciles de sortear: “A los argentinos les encantan las mascotas, especialmente los perros. ¡Pero hay muchos excrementos por todas las calles! ¡¿Por qué?! Muchas personas que tienen sus perros simplemente no limpian”.

“Por otro lado, disfruto mis caminatas y actividades fuera de casa, pero no puedo evitar sentirme insegura y con la necesidad de estar atenta de lo que sucede a mi alrededor. Más que los robos, me preocupa el nivel de violencia que traen consigo. ¡A veces tan solo para sacarte un celular!”

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“¡Y el tráfico aquí es horrible! ¡Es como si no hubiera reglas o leyes! Mucha gente conduce mal, sin respeto. Por ejemplo, cuando quiero cruzar la calle en un paso peatonal, en general la prioridad la tiene el auto, cuando se sabe que la debería tener el peatón. Es difícil de comprender”, se lamenta.

El difícil camino laboral y la realidad económica de una argentina fragmentada

Aleksandra no solo había decidido estudiar español para poder comunicarse con fluidez en su país adoptivo, sino para realizar un posgrado en periodismo, un sueño que trae desde que tiene memoria.

Con un estudio de lenguas e idiomas en Sochi y años de trabajo en administración y servicio al cliente en bancos y resorts, su mirada siempre estuvo puesta en los medios, un objetivo que sabe que hoy en la Argentina es complejo de alcanzar: “Trabajé en el Resort Rosa Khutor donde se realizaron los juegos Olímpicos en el 2014, fue una experiencia única para mí ya que participe en la organización de los mismos y me renovó las ganas de capitalizar de otro modo las experiencias”.

“Veo y sé que Argentina hoy en día está en muy malas condiciones económicas y mucha gente está sufriendo por sus problemas de vida. Hay mucha gente pobre que simplemente intenta sobrevivir. También sé que en Argentina parte de la población no tiene acceso a la educación. Yo agradezco estar en una buena situación en relación a mi calidad de vida, bienestar y de salud aquí en Argentina, pero es triste saber que no es la realidad de todos”.

Argentina, un país que enseña a ser más abierto y real

Gracias a su experiencia Aleksandra, Sasha o Александра Дзгоева, tuvo uno de los aprendizajes más significativos: un plan diferente con amigos y un vino argentino pueden cambiar el curso de toda una existencia. ¿Qué hubiera pasado si no iba? ¿O si decidía no probar el vino? Las dimensiones paralelas de los caminos no transitados son imposibles de adivinar, pero lo que sí es un hecho es que cada evento, cada elección y cada acción, trazan un determinado sendero que, a veces, deriva en lo inesperado.

A Sacha, una copa de vino argentino le trajo el amor, pero también le enseñó a distinguir el valor humano más importante: ser uno mismo.

“Estoy muy agradecida a este país. Los argentinos me enseñaron a ser más abierta y real, ¡y a no asustarme por ser más abierta y honesta con mis emociones! Me gusta cómo me ayudaron a reformular el concepto de familia y lo generosos que son, y lo cálidos que son en sus relaciones con sus amigos. También me admiro cuánto aman a sus mascotas”.

“Y me gustaría señalar que la universidad UBA a los extranjeros les brinda una educación profesional y de muy alta calidad. En nuestras clases siempre tuvimos un ambiente fantástico y una energía positiva, por lo que fue un placer estudiar español con todas estas personas de todo el mundo.”, señala.

“También estoy muy agradecida con Francisco por todos estos hermosos sentimientos que trajo a mi vida. Me siento muy feliz aquí, siento amor y me siento amada, con gente amable e inteligente a mi alrededor. Me siento muy cómoda en esta tierra. Lo que quiero decir es que siento que Argentina es mi hogar ahora, aquí tengo mi vida, mi amor y mi futuro”.

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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/un-vino-en-rusia-la-trajo-a-bs-a-los-argentinos-me-ensenaron-a-ser-mas-real-nid07032021/

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