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Maxi Rodríguez, con Messi y Di María: el mensaje que el fútbol tantas veces quiso dar y no pudo, esta vez le salió

Hay noches y noches. Y noches que de tan lindas a veces suenan soñadas. O que se describen como “de película” porque se supone que no hay guión real que se muestre tan perfecto como sí pued...

Hay noches y noches. Y noches que de tan lindas a veces suenan soñadas. O que se describen como “de película” porque se supone que no hay guión real que se muestre tan perfecto como sí puede tornarlo la ficción. Pero la noche homenaje de Maxi Rodríguez en el estadio Marcelo Bielsa de Rosario, este sábado, dio vuelta la ecuación. Hizo carne lo difícil, lo impensado. Por momentos saltó la lógica naturalizada. Fue la gran fiesta de despedida de la Fiera del fútbol pero fue sobre todo una noche de planetas alineados en la que miles de almas pudieron no sólo cumplir grandes anhelos sino también ser testigo de ellos. Con un mensaje necesario: el fútbol no puede tornarse enfermizo. Nunca. Todo lo contrario. Y en eso, está vez, la ciudad dio un salto de calidad. Con Maxi en su casa y en su celebración y gracias a Lionel Messi y Ángel Di María.

En la Rosario que se divide principalmente entre dos equipos, Newell’s y Central, y que tantas veces se torna malsana por todo lo que subyace en torno al fútbol hay cosas que incluso se sacan de la consideración como “imposibles”. Ni siquiera intentándolas. La misma ciudad que tantas veces en los últimos años vio jugarse su clásico lejos de ella e incluso también a puertas cerradas, naturaliza aquello que no es natural. Por eso, en toda la previa del partido homenaje de su ídolo, dos cosas sonaban con fuerza: 1- ¿Cómo iba a hacer Lionel Messi para llegar al estadio y de qué manera iba a participar del homenaje? y 2-¿Estaría Fideo Di María? Lo de Leo se resolvió con soltura, el operativo de seguridad funcionó perfecto y el capitán de la selección argentina llegó a la fiesta de su amigo. Fue una entrada sin estridencias, pero tan esperada como esa misma Copa del Mundo que Leo alzó hace seis meses en Qatar 2022. Lo que siguieron fueron expresiones netas de amor: ¿podría algún hincha leproso no sentir el pecho inflado de orgullo por tener allí a su más estratosférico representante?

El punto 2 se develó pasado el mediodía: Di María, tan campeón en Doha como Messi, subcapitán justamente de la Pulga en la selección argentina, también iba a estar. La identificación gigante de Angelito con Rosario Central, el club de la vereda opuesta, hacía dudar acerca de cómo podía ser tratado, acerca de cómo la irracionalidad o el fanatismo podrían atentar contra una fiesta de... amigos. Sin embargo, ya en la primera ocasión en la que las pantallas del estadio “tomaron” a Fideo, el reconocimiento fue cerrado, ensordecedor. Y los aplausos se repitieron con él en varios tramos del partido entre “Newell’s vs. Selección”.

La pintura no es posible de dejar pasar en tiempos de violencia generalizada donde pensar (y en este caso también sentir) puede tornarse peligroso, cuasi un pecado capital. Por eso Maxi tomó el pase y terminó de concretar la jugada que concluyó en el gol del mensaje: Newell’s y Central pueden convivir y sus jugadores son sólo eso: jugadores que simplemente visten colores distintos: “También quiero recalcar algo, porque creo que hoy (por este sábado) se hizo un cambio importante. Quiero agradecerle a las 40 mil almas que estuvieron acá por el respeto que tuvieron sobre todo con dos personas y lo quiero recalcar: con el Pocho (Ezequiel Lavezzi) y con Fideo (Di María)”, dijo la Fiera en el centro de la cancha ya sobre el final. La respuesta fue inmediata: “Fideeeeeeo, Fideeeeeeo”, volvió a sonar. A pocos metros, con esa sonrisa y con esos ojos que hablan por sí solos cuando los invaden las emociones, Di María mostró el pulgar en alto, la complicidad y el agradecimiento.

“Gracias Pocho, gracias Fideo, son dos animales y gracias a todos ustedes por hacerme pasar una noche inolvidable”, insistió Maxi, el actor intelectual de la idea, el que en cada nota habló de sus amistades, del valor de cuidarlas, de sus grandes laderos en el fútbol y de cómo un color de camiseta no tiene por qué influir en una noche así. Claro que, a la vez que lo remarcaba, seguramente intentaba convencerse de que podría ser posible. Maxi, campeón con la Lepra en 2013 conoce tanto cómo es el éxtasis de marcarle un gol en el último minuto de juego al rival de toda la vida como lo que es estar privado de ese partido ideal. Maxi sabe lo que se siente cuando las autoridades dicen que el partido que más esperan todos no se puede jugar porque no están dadas las condiciones y sabe lo que jugarlo a puertas cerradas.

Lavezzi en este contexto quedó un tanto relegado porque no participó del partido, apenas estuvo sentado en el banco junto a otros jugadores que tampoco fueron parte del juego, pero era uno de los tres identificados con Rosario Central que finalmente asistió al Coloso (Cristian González faltó) y contribuyó, con su presencia, al mensaje. Y tal vez en eso Messi sea el abanderado: como Maxi, es muy cercano a Fideo y ponérselo cerca siempre es como hacerle un guiño a los de afuera, un guiño de complicidad necesaria. Leo, el que pregona con el ejemplo (la cancha estalló al verlo, se lo ovacionó permanentemente y miles cumplieron el sueño de verlo por primera vez aunque él trató de no quitarle el protagonismo de la noche a Maxi) también es el combustible para, a veces, intentar vivir distinto. Que lo haga siendo el máximo ídolo de las nuevas generaciones habla por sí solo.

En la noche de homenajes a Maxi hubo aprendizajes y un salto de calidad. Como lo remarcó la Fiera, como no lo escribieron los guiones. Aunque sucedió. Para bien.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/maxi-rodriguez-con-messi-y-di-maria-el-mensaje-que-el-futbol-tantas-veces-quiso-dar-y-no-pudo-esta-nid25062023/

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