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Ojo, desde que se inventó la pala, siempre se puede estar más abajo

Para la mayoría de los mortales, el dolor en alguna parte del cuerpo es horrible, pero para nuestro médico es ideal, no por lo que va a facturar con la consulta, sino porque es el dolor lo que le...

Para la mayoría de los mortales, el dolor en alguna parte del cuerpo es horrible, pero para nuestro médico es ideal, no por lo que va a facturar con la consulta, sino porque es el dolor lo que le permite diagnosticar cuál es la enfermedad, es más, nos va a decir que no nos automediquemos. Si nos duele la cabeza nos manda a hacer una tomografía computada; si nos duele una rodilla, nos indicará una resonancia magnética y, si es un brazo, quizás alcance con una radiografía.

En la economía es igual. La tasa de interés, el tipo de cambio y la inflación son solo el dolor. La verdadera enfermedad es el déficit fiscal. La manera en que financiemos ese déficit fiscal es lo que producirá dolor; si lo financiamos tomando deuda, sube la tasa de interés, si lo hacemos vendiendo reservas, sube el dólar, y si lo financiamos emitiendo, eso produce inflación, y esa inflación retroalimenta al dólar y a la tasa de interés. Simplemente, esto es lo que estamos padeciendo.

El 40% de población argentina casi nunca vivió sin inflación o sin déficit, o sea que vivió en una sociedad acostumbrada a gastar más de lo que ingresa, por eso perdimos el crédito y las reservas. Y a los pesos que emitimos ya no los quiere nadie.

Por eso, creo que llegó la hora de que entendamos que ya no se puede vivir crónicamente con semejante desajuste.

Cualquier discusión monetaria, ya sea sobre una dolarización, un bimonetarismo o un desdoblamiento cambiario es secundaria si no se resuelve la enfermedad principal: “el déficit fiscal”.

“El ajuste fiscal es doloroso, pero es la única manera de cortar con el círculo vicioso que venimos viviendo y que destruye a nuestra clase media”

Santiago Kovadloff, una de las mejores mentes pensantes que tiene nuestro país, a mi criterio, argumenta: “Madura aquel que tiene problemas nuevos y no aquel que repite siempre los mismos dilemas”.

También dice que el presente es el resultado de un futuro querido o soñado. Si alguien siente pasión por la medicina, estudiará para alcanzar su sueño. Si alguien quiere viajar, es aconsejable que primero ahorre. Una persona o una sociedad que evoluciona es la que renueva sus problemas y sus conflictos.

Yo creo que en la Argentina nuestro presente está condicionado por nuestro pasado y no por nuestras oportunidades futuras.

Amigos lectores: vamos al grano, intentemos reflexionar sobre un par de decisiones que marcarán la forma en que viviremos durante los próximos años.

La Argentina se enfrenta a un escenario binario. Tiene que tomar una decisión trascendental para su futuro. Tiene que decidir cómo quiere que vivan sus hijos.

Opción 1. Se apuesta por el sector privado, productivo, brindando herramientas para que los que producen e invierten en el país sean los protagonistas de la Argentina. El Estado solo articula las políticas para hacerle más fácil la vida a aquellos que arriesgan su capital y ponen su esfuerzo para producir mejores productos y servicios al mejor precio posible, pagando impuestos justos, actuando con responsabilidad y solidaridad social. Con un Estado que regula y audita para que no haya monopolios públicos o privados, o ventajeros que abusen del consumidor. En pocas palabras, se apuesta a la meritocracia como mejor sistema de movilidad social, dando la oportunidad al que se esfuerza para poder progresar.

“Nos fue mal con las dádivas; si la meritocracia que proviene del esfuerzo no es valorada, la respuesta es la mediocridad”

Opción 2. Se decide que el Estado es el gran protagonista, que todo pasa por él, la fijación de precios y las cantidades a producir. Las libertades individuales quedan subordinadas a un bien común, bajo la supervisión de un grupo de notables que saben como nadie qué es bueno y qué es malo para la ciudadanía. En pocas palabras, se apuesta por la militancia y por los buenos contactos para ser proveedor del Estado como herramienta de movilidad social.

Piense por un instante, si tiene o tuviera hijos de entre 2 y 14 años, y tiene que ausentarse por un año, ¿a quién se los dejaría para que los cuide? ¿Qué valores les exigiría a sus tutores? ¿Y qué orden moral le exige hoy a nuestros gobernantes, pensando en sus hijos, a la hora de decidir quién quiere que lo represente?

Entiendo que, tome el camino que tome, la Argentina no va a tener crédito por un tiempo, le va a faltar infraestructura y habrá una brecha cultural y social entre nuestros recursos humanos.

Enfrentemos de una vez el hecho de que el ajuste fiscal es doloroso, pero es la única manera de cortar con el circulo vicioso que venimos viviendo. Esta destrucción masiva y constante de nuestra clase media. Nos fue muy mal resistiéndonos al cambio en pos de una dádiva o de un salario de un Estado fundido. Si la meritocracia proveniente del esfuerzo no es valorada, la respuesta será una mediocridad permanente.

Recurro a un ejemplo muy recurrente en las universidades para representar la resistencia al cambio.

“Como sociedad, nos negamos a cambiar la estrategia de depender del Estado sin que hayamos vivido, en realidad, de otra manera”

Unos científicos encerraron a cinco monos dentro de una jaula, dispusieron en el centro una escalera y, encima, unas cuantas bananas. Siempre había un mono más despabilado que subía primero la escalera para tomar las bananas. Cuando eso sucedía, los científicos lanzaban un chorro de agua muy, muy fría sobre los que se quedaban en el suelo. Tiempo después los monos asumieron que entre la escalera y el agua había una correlación. Así que, cuando un mono se disponía a subir la escalera, el resto de los monos lo golpeaban.

Entonces ningún mono se atrevía a subir la escalera por mucho que las suculentas bananas estuviesen ahí depositadas.

A continuación, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Este, obviamente, vio las bananas y rápidamente fue a subir la escalera. Los monos lo bajaron y le pegaron antes de que les lanzasen el agua fría. Unas cuantas palizas más tarde, el nuevo mono nunca volvió a subir la escalera a por las bananas.

Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar. El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo. Cambiaron a un tercero, y se repitió el suceso. El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos. Todos los monos eran nuevos respecto al comienzo del experimento y las bananas seguían intactas.

Al final, los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que no habían recibido nunca una ducha de agua fría, pero aun así golpeaban al que intentase llegar hasta las bananas. Asumieron que las cosas en esa jaula se hacían así.

Nosotros, como sociedad, actuamos de la misma manera. Nos negamos a cambiar la estrategia de depender del Estado sin que hayamos vivido, en realidad, de otra manera, en nombre de una movilidad social que sí tuvieron nuestros padres y abuelos, pero ya no la generación de nuestros hijos, quienes se tienen que exiliar para obtenerla.

Hoy solo el que nace rico por herencia puede seguir estando en esa condición, pero el que nace pobre difícilmente llegue a ser siquiera de clase media, y el que nace clase media tiene más chances de bajar que de subir. Sin embargo, seguimos resistentes al cambio.

Perdimos muchos años de calidad de vida, nos descapitalizamos, algunos ganan más dinero, pero lo tienen que gastar en seguridad, educación o salud privada, y tienen que vivir encerrados entre rejas de protección.

Tenemos una chance para cambiar y asumir los costos de ese cambio. Sabemos claramente que tenemos un territorio con recursos naturales, humanos y sociales para ser una gran Nación, pero, ojo que, desde que se inventó la pala, siempre se puede ir más abajo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/ojo-desde-que-se-invento-la-pala-siempre-se-puede-estas-mas-abajo-nid13052023/

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