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Ramiro Blas: el destino incierto de su premio en Reality Reality, la dolorosa situación que lo llevó a España y por qué nunca hace “de bueno” en las series

En el 2006, Ramiro Blas sufrió un hecho de inseguridad que lo empujó a un cambio de vida. Se instaló en España con su familia y allí continuó con su trabajo como actor, participando en pelíc...

En el 2006, Ramiro Blas sufrió un hecho de inseguridad que lo empujó a un cambio de vida. Se instaló en España con su familia y allí continuó con su trabajo como actor, participando en películas y ficciones exitosas con Vis a Vis, Hospital central, La fuga y El silencio, recientemente estrenada en Netflix.

En nuestro país, Ramiro había debutado en la novela Los médicos de hoy y había pasado por el ciclo de unitarios Infieles y también tuvo una participación en el film Las viudas de los jueves, aunque muchos lo recordaban como el ganador del certamen Reality reality, emitido por Azul TV en 2001. En una charla con LA NACION, rememora cómo llegó la actuación a su vida, habla de su decisión de emigrar y explica por qué en 17 años nunca hizo un personaje “de bueno” en España.

-A diferencia de lo que sucede en Argentina, en España se produce mucha ficción. ¿Estás con algún proyecto en este momento?

-En septiembre tengo una producción norteamericana que se rueda en México; deseaba desde hace rato trabajar en ese país porque me alucina, aunque es un mercado difícil. Y en octubre y noviembre voy a filmar una película inglesa con un director alemán y un muy buen personaje. Este año también se estrena Black Sunday, en Prime Video. Es una serie de bajísimo presupuesto y muchísima calidad en la que me sentí muy a gusto con el personaje. Proyectos siempre hay, aunque es un año particular en España porque estamos a días de las elecciones y todo indica que va a haber un cambio grande. En ficción se produce mucho, pero en España el tema de los extranjeros es delicado más allá de la integración y la igualdad. Por ejemplo, los extranjeros son siempre malos y nunca protagonistas, excepto alguna figura que sea convocada especialmente, claro. En 17 años nunca hice de bueno.

-¿De verdad?

-Sí. La cabida que puede tener un actor extranjero aquí es ser malo. Cuesta decirlo, pero es una realidad. Tengo una trayectoria aquí, pero siempre de malo. Hice trabajos para Inglaterra, Finlandia y otros países y casualmente ahí soy bueno. Es lo que toca en la vida del actor porque, además, apenas entre el 4 y el 6 por ciento vive de la profesión. El resto somos sobrevivientes; el gran trabajo del actor es buscarse su trabajo. De todas maneras, me siento en un momento maravilloso de mi carrera, capaz de utilizar todas las herramientas aprendidas.

-¿Siempre pudiste vivir de tu profesión?

-Alguna vez puedo tener alguna actividad relacionada como dar talleres, por ejemplo. Es importante saber que en España es difícil que un actor pueda sobrevivir haciendo teatro y en Buenos Aires no, porque la cartelera porteña está en el top 5. Las veces que hice teatro y me fue bien, fue a pérdida económica porque yo produje las obras y es la única manera de hacerlo. La otra forma es si perteneces a alguna compañía teatral y pagan los ensayos, las giras. A veces pienso que más que una profesión, esto es un don.

-Empezaste a trabajar de grande, ¿por qué?

-Me dediqué cuando decidí hacerlo. De hecho, tengo carreras terminadas: soy licenciado en publicidad, hice dos años de marketing, otros tantos de psicología. Toda la vida me dediqué a la gastronomía y hostelería, y también trabajé en la construcción. Durante muchos años hice radio, porque me apasiona. Sé hacer de todo y trabajo desde los 13 años. Me moría por la actuación y a los 33 años decidí dedicarme de lleno. Largué todo y desde entonces pude sostener a mis tres hijos: Valentino, Bruno y Vito, que nació cuando yo estaba haciendo una novela con Andrea del Boca en San Luis, Sálvame María. El primero que me dio una oportunidad fue Quique Estevanez, en Los médicos de hoy. Me fascina la gastronomía. Tuve restaurantes a lo largo de mi vida y cada tanto hago asados para gente extranjera. Me suelen pedir que les cocine mientras están de vacaciones. Se van pasando el dato, voy a sus casas y les cocina.

-¿Es una salida laboral?

-Claro, en algún punto sí. Me encanta y lo hago bien porque le meto mucho amor. Invento recetas, más allá de lo que aprendí. Soy un gran admirador de Pablo Massey, a quien conocí, y me suelo nutrir de sus recetas. Pertenezco a una asociación de Arcade, de jueguitos de los años ‘80, y en los aniversarios suelo hacer asados para más de 70 personas.

-¿Por qué te fuiste a España?

-Por una serie de circunstancias. Era una época complicada del país, me asaltaron en la calle, amenazaron a mis hijos y pasaron cosas raras de las que no quiero ni acordarme. Actué responsablemente como padre, y en el 2006 nos vinimos a España todos, a lucharla desde abajo. Acá ya estaban mis padres y mis hermanos; mi papá había perdido todo en la crisis del 2001 y se vino. Ahora vino una sobrina con su hijita y una de mis hermanas volvió a la Argentina; hace cuatro años perdimos a mi hermano menor, y acá estamos. Me divorcié y mis hijos tienen su vida aquí. Vivimos más tranquilos. Un cambio así te pone al límite y en esas situaciones el ser humano se fortalece.

-¿Estás en pareja?

-Estoy en pareja con Cris. Vivimos en Mataró, cerca de Barcelona. Mi hijo Vito va y viene, Valentino vive con su chica y un amigo en Barcelona, y Bruno alquila con un amigo.

-En el 2017 volviste a trabajar a Argentina…

-Desde el 2006 hasta hoy solamente volví una vez para hacer la novela Golpe al corazón.

-¿De vacaciones tampoco?

-No. Porque no me parece hacer vacaciones en el lugar donde venís… Muchos de mis amigos están acá y los otros siempre vienen de visita.

-¿Extrañas algo?

-No sé qué es extrañar. Yo no creo que se extrañen lugares sino momentos, situaciones vividas con color, olor, sabores, música, risas, llantos. Se echan de menos los momentos que no vuelven porque el sol sale en todas partes, con más o menos intensidad. La pertenencia tiene que ver con la familia, las costumbres y las cosas que se van perdiendo. Siempre fui medio “colifa”, y a los 17 años ya estaba dando vueltas por el mundo. Tengo 57 años y si veo que esto está parado, agarro mis cosas y me voy a Centroamérica, por ejemplo. El Peter Pan que nos alimenta a los artistas, está intacto. Siempre fui un buscador y sigo siéndolo.

-Fuiste el ganador de Reality reality, ¿qué recordás de ese momento?

-Que salimos y a las 72 horas fue el corralito. Así que nunca vi ese dinero y quién sabe quién se lo quedó...

-Gran Hermano sigue teniendo éxito, ¿por qué?

-El morbo será y la falta de libros.

-¿Un sueño por cumplir?

-Me encantaría volver a trabajar en la Argentina con mis actores preferidos que son muchos, entre ellos Ricardo Darín. Hice el casting para El eternauta y me hubiera encantado poder estar porque soy un fan. Será la próxima. Tengo mucha admiración por los actores argentinos y hay una nueva camada muy talentosa; suelo tener alumnos argentinos y eso me llena más que ningún premio ni ninguna bolsa económica. Ojalá haya algún personaje esperándome allí. Si volviera a nacer treinta veces, volvería a elegir ser actor porque es una profesión con premio único que es la eternidad: nuestro trabajó estará por siempre. Y nunca se sabe lo que un personaje puede lograr en alguien que lo ve.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/ramiro-blas-el-destino-incierto-de-su-premio-en-reality-reality-la-dolorosa-situacion-que-lo-llevo-a-nid19072023/

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