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UNA ALIANZA PARA DEFENDER AL GATO ANDINO

Investigadores de Argentina, Bolivia, Chile y Perú se unieron con las comunidades locales para conocer y proteger al felino más amenazado de América.

UNA ALIANZA PARA DEFENDER AL GATO ANDINO

Investigadores de Argentina, Bolivia, Chile y Perú se unieron con las comunidades locales para conocer y proteger al felino más amenazado de América.

Le dicen “el fantasma de los Andes”, porque es muy difícil de ver. En nuestro país, se esconde en las altas montañas andinas y en el norte de la estepa patagónica, zonas áridas con temperaturas extremas y escasa vegetación. Es un gato chico, de hasta seis kilos, con pelaje gris y manchas marrones o amarillentas a ambos lados del cuerpo. Tiene una cola muy larga, cilíndrica, de aspecto felpudo con varios anillos anchos y oscuros, y manchas en las patas. 

Se trata del gato andino, tan vulnerable como el más desarmado de los seres humanos frente a los peligros, naturales y antrópicos. Es el felino más amenazado de América y uno de los menos conocidos en el mundo: se calcula que hay menos de 1400 ejemplares adultos en total.

“Hasta hace no tanto se conocía muy poco sobre la especie. Había algunos cráneos, pieles en museos y fotos de gente que lo había encontrado fortuitamente”, relató a Convivimos Cintia Tellaeche, coordinadora de programas de la Alianza Gato Andino (AGA).

AGA es una red multinacional e interdisciplinaria conformada por miembros de Argentina, Bolivia, Chile y Perú, que es donde habita la especie. Se creó en 1999 con el objetivo de investigarla y hoy trabaja por su conservación y la de su hábitat apoyando la gestión de áreas silvestres.

La protección del gato andino, en peligro de extinción según la categorización de la Unión Internacional para la Conservación de Naturaleza (UICN), pasa por minimizar los riesgos causados por una variedad de factores. Uno de ellos es el cambio de uso de suelo por actividades como la minería o la extracción de petróleo, que degrada y modifica el paisaje, utilizando además fuentes de agua de manera indiscriminada, lo que provoca sequías.

“Otra de las amenazas es la caza paliativa. La mayoría de las personas que viven en el hábitat del gato andino tienen ganado doméstico para consumo: ovejas, llamas, cabras, y sufren ataques de otros carnívoros, como pumas y zorros. En represalia, muchas veces los ganaderos colocan veneno o trampas o salen a cazar, lo cual hace que caigan no solo estas especies, sino también los gatos andinos”, explicó Tellaeche. 

MITIGACIÓN DE CONFLICTOS

De minimizar este peligro se ocupa el Programa de Mitigación de Conflictos de AGA, que aborda el problema implementando medidas disuasivas para espantar a los depredadores. 

“Lo que nos motivó hace ya casi veinte años a trabajar en la coexistencia y mitigación de conflictos fue que más del 50 por ciento de los registros de esta especie en Patagonia Norte era a partir de animales que habían sido cazados”, mencionó a Convivimos María José Bolgeri, gerenta de Manejo Regenerativo de WCS Argentina, una organización que trabaja codo a codo en esa zona junto a AGA.

En el norte neuquino y el sur de Mendoza, hay pequeños productores, mayormente caprinos, que practican la ganadería extensiva, sin alambrados. En Malargüe, las organizaciones formaron un criadero de perros protectores con genética de razas especialmente seleccionadas en Europa.

“Lo que hacemos es facilitar lo que biológicamente se denomina ‘impronta’, que es cuando crías a una especie con otra. Entonces, una especie empieza a tomar los comportamientos y a vincularse con la otra, que en este caso son chivas y ovejas, de manera tal que generan un lazo familiar que es después inseparable”, detalló Bolgeri. 

“Nos ocupamos de la sanidad, de que no haya comportamientos indeseables como que muerdan, y, una vez finalizada esa etapa, incluso castrados, entregamos el perro a productores con intenciones marcadas de relacionarse con el ambiente de otra manera. Ellos deben continuar la tarea de entrenarlo y nosotros acompañamos hasta el año. Asumen además el compromiso de no usar veneno ni trampas y al menos no matar gatos chicos”, continuó.

En lugares en los que emplear perros protectores es más dificultoso porque, por ejemplo, los terrenos son muy escarpados, proponen el empleo de luces disuasivas para evitar que los depredadores se acerquen al rebaño.

“Realmente tenemos muy buenos resultados. Ha aumentado muchísimo la tolerancia de los productores hacia los carnívoros a partir de una reducción en la depredación. De un promedio de 65 animales depredados por año, se pasó a 10. Y eso económicamente es muy significativo en familias que tienen un ingreso reducido”, aseguró Bolgeri. 

“El uso de perros protectores se ha expandido y ya agencias de gobierno de Neuquén lo han tomado y han generado sus propios criaderos, al igual que asociaciones de productores”, concluyó. Al reducir pérdidas, el productor puede, asimismo, adecuar la cantidad de animales, favoreciendo la regeneración de pasturas y el equilibrio ecológico.

TENENCIA RESPONSABLE

La especie, nombrada Monumento Natural Provincial en Jujuy en 2022, también se ve amenazada por los perros domésticos, y por eso AGA tiene un programa de tenencia responsable de mascotas en el que trabaja junto con la Fundación Cullunché en Mendoza y otras organizaciones en Jujuy. Además de las muertes por ataques de perros, los impactos indirectos incluyen la competencia por los recursos, la exclusión del hábitat y la transmisión de enfermedades.

En paralelo a estos programas, se colocan cámaras trampa y se recolecta material para análisis genéticos con la intención de completar el mapa de distribución global del gato andino. Este programa obtuvo datos muy relevantes en Mendoza en colaboración con la ONG Natura International.

La labor de las organizaciones se completa con acciones de concientización como la colocación de carteles en la ruta donde se encontraron gatos atropellados y de banners en lugares turísticos con información sobre la especie. Aseguran que con estas acciones están logrando mucha mayor participación social.

“Creemos que sí o sí hay que trabajar en conjunto, por más que uno a veces tenga una mirada distinta. Encontrar el punto en común y colaborar es la única manera de hacer conservación”, resumió Tellaeche. 

ANIMALES SAGRADOS

Antiguamente, las culturas andinas consideraban a este gato un animal sagrado. Incluso, se lo encontró en vasijas y elementos rituales precolombinos. Era común que sus pieles formaran parte de ceremonias y que cada familia tuviera un cuero del animal disecado junto con adornos y otros elementos locales. “El gato andino significaba la abundancia: que la llama o el ganado se iba a reproducir mucho más ese año”, contó Tellaeche, y aclaró que “de esa caza tradicional, hoy en día ya no hay registros”.

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