Otras Noticias Escuchar artículo

“El apache argentino”: aquel matón parisino que tomó su nombre de los pueblos originarios y terminó inmortalizado en un famoso tango

Apache es el nombre que durante siglos se ha utilizado para denominar a una serie de naciones de pueblos originarios del Norte del continente americano. Habitantes de un territorio que hoy se conoc...

Apache es el nombre que durante siglos se ha utilizado para denominar a una serie de naciones de pueblos originarios del Norte del continente americano. Habitantes de un territorio que hoy se conoce como Este de Arizona, Norte de los Estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Nuevo México y regiones de Texas y de las Grandes Llanuras. Eran vecinos de los sioux y de los cheyennes. Se piensa que el vocablo deriva del término zuñi “apachu”. Su significado es “enemigo”, por eso los españoles los bautizaron de ese modo. Y el hecho de que la palabra terminara definiendo a mafiosos parisinos, malevos porteños (el tango “El apache argentino” es el más claro ejemplo) y como apodo de un barrio del conurbano bonaerense, se le debe a algunos periodistas. Sí, fuimos nosotros los culpables. Veamos, en los hechos, la vuelta que ha dado esta palabra hasta terminar en el título de un famoso tango.

Desde la llegada de los españoles al continente americano hasta las primeras décadas del siglo pasado, el enfrentamiento entre apaches y conquistadores europeos (y descendientes de europeos ya declarados independizados, en los Estados Unidos) fueron constantes. Lo curioso es que al otro lado del Atlántico, unos y otros podían ser considerados enemigos. El término apache es utilizado por primera vez en París, en 1902, por los periodistas Arthur Dupin y Víctor Morris para mafiosos jóvenes de la Rue de Lappe y a proxenetas de Belleville que en ocasiones se movían en grupos y mostraban signos distintivos en su manera de vestir.

En su portada del 20 de octubre de 1907, Le Petit Journal mostraba la ilustración de un apache gigante con una daga en su mano, frente a un diminuto policía que intenta atraparlo. “Los apaches son la plaga de París”, titulaba un informe que calculaba unos 30.000 vándalos contra unos 8000 policías que en ese momento tenía la fuerza pública. La imagen agrandada era la de un joven de zapatos bien lustrados, una gorra al estilo boina pero con visera (similar a la de los “Peaky Blinders”), chaqueta, suéter a rayas y una faja roja en lugar de cinturón.

Casi tres años después, en enero de 1910, el mismo matutino explicó en sus páginas el origen del término que fue amplificado por sus periodistas. “Fue en la estación de policía en Belleville donde por primera vez se aplicó este término para nuestros jóvenes bandidos de los suburbios. Esa noche, el secretario de la policía interrogó a un grupo de matones jóvenes que, desde hacía algún tiempo, ensangrentaba Belleville con sus peleas y sus depredaciones sembrando el terror en todo el vecindario. Finalmente una redada de la policía permitió detener de una sola vez a toda la banda y sus integrantes, alrededor de una docena. Fueron llevados a la comisaría. Mientras aguardaban el camión celular que habría de transportarlos al centro de detención, se les hizo un primer interrogatorio.

El líder de la banda, un joven de 18 años, contestaba con un cinismo y arrogancia extraordinarios, tranquilamente, sus logros y los de sus compañeros. Explicó con una especie de orgullo los medios empleados por él y sus secuaces para robar tiendas y sorprender transeúntes atrasados y adormecidos para aligerar sus bolsillos, así como las estratagemas que utilizó contra una banda rival con la que él y su familia estaban en lucha abierta. Hacía una descripción pintoresca, llena de satisfacción y tan salvaje de sus tropelías, que el secretario de la policía de repente se detuvo y exclamó: ‘¡Pero estos son verdaderos procederes de apaches!’ La palabra agradó al villano... Había leído en la infancia las historias turbulentas de Thomas Mayne Reid, de Gustave Aimard y Gabriel Ferry... sí... ¡apaches!

La sombría ferocidad de los guerreros del Far West era bastante comparable a la desplegada por los jóvenes que componían su banda. ¡Ir de apaches! Cuando se produce la salida de los bribones de la cárcel -que no se demora, dada la indulgencia habitual de los tribunales- la banda se reconstituyó bajo las órdenes del mismo jefe y se convirtió en los “Apaches de Belleville”. “El término hizo fortuna. Pronto tuvimos tribus apaches en todos los barrios de París y así la palabra tomó su sentido definitivo y hoy en día es forzosamente de uso diario debido a que los apaches no permiten que pase un día sin oír hablar de ellos. Sólo se necesita que la palabra sea acogida en el diccionario de la Academia francesa”.

Ya en la tercera década del siglo XX, tiempos de posguerra, se utilizó para resumir un sentimiento antinorteamericano. Sin embargo, la “acepción” que sirvió para que apache volviera a cruzar el Atlántico tuvo que ver con aquella que identificaba a delincuentes estafadores y “cafishios”. Si Buenos Aires siempre aspiró a ser la París del continente americano, hasta estos usos y costumbres llegó a importar de la Ciudad Luz. Y no eran individuos de pueblos originarios del norte de América a los que en la Reina del Plata se llamaba apaches sino a aquellos franceses de mal vivir que estaban instalados en Buenos Aires. El tango “El apache argentino” refiere a este personaje con el que convendría no cruzarse.

El tema fue compuesto por Manuel Aróztegui en 1913 y su versión instrumental fue la que más trascendió. Sin embargo, tuvo letras de Arturo Mathon y de Carlos Waiss. En la de Mathon se hace referencia, ya en sus primeros versos, al aspecto del personaje, por lo que era fácilmente identificable. “Es el apache argentino, el tipo fiel de una raza, que se echa’e ver por su traza, la astucia de su valor”. Cuando menciona la palabra “raza” se podría pensar que refiere a las naciones de pueblos originarios del Norte del continente americano, pero luego, el resto de la descripción cuadra con aquel matón parisino (importado al Río de la Plata) que lleva puñal en mano y es el enemigo de “la mano justiciera”. Las versiones varían. Una en tercera persona, otra en primera, pero resaltan las mismas características del apache. Su valor y bravura. “Jamás peleó desprevenido porque como hombre que fue acción, /defiéndese como bravo y no lo asusta ni lo arredra, ni un canfinfle ni un matón”.

Tercera migración

Año 1973. En el partido de Tres de Febrero se inauguran viviendas con el fin de reubicar a familias instaladas en el Barrio 31 (por entonces, la Villa 31). 22 monoblocks de unos 10 pisos con 5000 departamentos, capaces de albergar a unas 45.000 personas (aunque actualmente residen unas 60.000). En sus primeros años se lo conoció como barrio Padre Mugica, hasta que durante la última dictadura militar su nombre oficial fue Ejército de los Andes. Claro que el lenguaje es algo tan vivo que puede mudar a un Apache de Arizona (Estados Unidos) a París y de allí a los arrabales porteños. ¿Por qué no podría hacerlo también a un barrio que está a pocas cuadras de la Avenida General Paz?

Durante la década del ochenta, el periodista de Canal 9 José de Zer lo rebautizó como Fuerte Apache mientras cubría un tiroteo que se había producido en esa zona. Si tenía cierta fama de barrio peligroso (algo injusto para tanta gente trabajadora que vivía y que sigue viviendo allí) con el nuevo “apodo” terminó de ganarse esa mala fama. La serie Apache, inspirada en la vida del futbolista Carlos Tevez, también ayudó a estigmatizar al barrio. Aunque ya las costumbres poco tengan que ver con aquellos individuos de ese “lejano Oeste”, la palabra sigue vigente y “El apache argentino” tiene un lugar bien ganado (más a fuerza de milongas que de puñales en mano) en el gran repertorio tanguero.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/el-apache-argentino-aquel-maton-parisino-que-tomo-su-nombre-de-los-pueblos-originarios-y-termino-nid03072023/

Comentarios
Volver arriba