Aeroparque, el lugar que se transformó en un inesperado refugio nocturno para personas en situación de calle
Jorge, de 67 años, hace dos meses que duerme en el Aeroparque. “Uno está acá porque la llevás más o menos bien. Estás protegido, no te roban”, explicó. Gustavo, de 51, quedó en la calle...
Jorge, de 67 años, hace dos meses que duerme en el Aeroparque. “Uno está acá porque la llevás más o menos bien. Estás protegido, no te roban”, explicó. Gustavo, de 51, quedó en la calle con la pandemia, cuando quebró la fábrica donde trabajaba y también se refugia por la noche en las instalaciones de la terminal aérea porteña.
Leonardo Salvador, de 46 años, pernocta en el aeropuerto desde hace un mes, cuando se peleó con sus vecinos de Balvanera y tuvo que dejar el lugar donde vivía. “Vengo a la noche, me higienizo y me voy a dormir. Cuando me levanto hago lo mismo: uso el baño y me voy a Palermo a hacer unos mangos durante el día. En el Botánico escondo mis cosas. Y después vuelvo”, contó. Sus cosas son una mochila y una bolsa de tela. “Espero poder irme de acá el 5 del próximo mes, porque falleció mi papá y dejó una propiedad”, agregó.
La rutina de Salvador es la de la mayoría de las personas que utilizan el aeroparque Jorge Newbery para pasar la noche. Según informaron desde Aeropuertos Argentina 2000, concesionaria de la aeroestación, son 20 personas las que se refugian allí de manera fija, aunque reconocen que el número “crece a 80 o 100, según los días”. Sin embargo, también admiten que en el último tiempo, con la llegada del frío, hubo un incremento.
Quienes duermen allí, en cambio, calculan que son 200 personas las que usan el lugar para pernoctar. En definitiva, otra postal que escenifica los índices de pobreza de la Argentina, que alcanza el 40%.
Mientras que según cifras del Indec la indigencia fue de 8,1% al cierre del año pasado, el último censo nacional arrojó que solo 2962 personas no tienen techo en todo el país. Pero el número, cuestionado por especialistas, ya lo superan las personas en situación de calle en la ciudad de Buenos Aires, que suman 3002 de acuerdo con el censo que realizó el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del distrito durante el mes pasado. Se trata de una población que aumentó un 15% con respecto de 2022, cuando relevaron 2611 personas. De ese total, 1755 viven en los centros de inclusión social y 1247 duermen a la intemperie. Un centenar pernoctan en el Aeroparque, según fuentes de esa cartera porteña.
“AA2000 carece de poder de policía en el ámbito aeroportuario, estando vedada la facultad de desalojar a estas personas. Tiene obligaciones de deber asegurar la igualdad, el libre acceso y la no discriminación en el uso de las instalaciones aeroportuarias”, contestan desde la empresa, al ser consultados sobre quienes ya hace tiempo duermen en el aeropuerto metropolitana. Según refieren, funciona un pacto implícito por el cual quienes utilizan el espacio para dormir saben que no deben provocar disturbios y, además, se retiran a la mañana.
Por un “operativo de rutina de mantenimiento y limpieza profunda”, miércoles, jueves y viernes de la semana pasada la entrada al Aeroparque estuvo restringida. “Acceso cerrado de 18 a 06″, indicaban los carteles pegados en la mayoría de las puertas. Por las que estaban habilitadas, personal policial se ocupó de controlar el ingreso.
“No los estamos echando. Es para que estén en mejores condiciones, por eso se realiza en coordinación con el BAP ”, explicaba un empleado de la empresa que presenciaba en la noche del miércoles –cuando LA NACION estuvo en el lugar– el operativo, que también estuvo controlado por el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna).
Según indicó el personal de BAP, se habían enterado ese mismo día que desde las 22 el ingreso iba a estar prohibido y por eso se presentaron. Fue en ese horario en el que realizaron el conteo final para intentar conseguir vacantes para estas personas en los paradores de la Ciudad. “Te dicen así, pero yo estoy hace un mes esperando una vacante”, comentó Adrián, de 37 años, que duerme en el Aeroparque hace cinco meses.
“Vienen con planillas, te dan un turno y después andá a saber cuánto tenés que esperar. Yo quiero la solución ahora”, dijo Gustavo. Y mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, siguió: “Qué querés que te diga... Yo estoy reamargado, ya no sé qué hacer. Soy un tipo de laburo, mi ropa está impecable, me lavo todos los días. Quedé en la calle con la pandemia, trabajaba en una fábrica que quebró. Y aguanté unos meses, pero terminé durmiendo en la calle con mi hijita de 8 años que murió de hipotermia”.
El episodio expuso otra problemática: fueron pocos quienes estuvieron dispuestos a aceptar que el BAP los trasladara a otro lugar para pasar la noche. Quienes decidieron no ir a los Centros de Inclusión Social del gobierno porteño argumentan que allí hay mucho robos y consumo. “Es una cárcel con salidas transitorias”, resumió Salvador.
El miércoles pasado, según observó LA NACION, solo 10 personas aceptaron pasar esa noche en el parador Osvaldo Cruz. Según relataron los últimos en salir, quedaban cerca de 40 personas en el interior del aeropuerto.
El Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat explicó que hace un mes comenzaron a trabajar en esta problemática en coordinación con AA2000, Orsna, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y el Ministerio de Desarrollo Social nacional. “Como parte de este trabajo, se hizo un relevamiento, en el cual se detectó que son aproximadamente 100 personas″, precisaron.
Detallaron que acordaron tres recorridas semanales para asistirlas, con un móvil del BAP con cuatro operadores y capacidad para trasladar hasta 12 personas; de esas recorridas, que comenzaron la semana pasada, trasladaron a 25 personas a los Centros de Inclusión.
“¿Nos van a llevar a algún lado, señorita, o nos van a dejar en la calle?”, le preguntaba un hombre de unos 40 años a una agente del BAP, identificada con un chaleco amarillo, mientras cruzaba la puerta de partidas nacionales del aeroparque metropolitano el miércoles pasado.
Adrián intentó advertirle con señas, pero él no entendió. “Yo me regalé. Fui al McDonald’s a buscar comida, tenía hambre”, dijo.
El otro hombre, que llevaba una remera negra de manga corta y un jogging, se sentó en los bancos de afuera de la terminal, encendió un cigarrillo, y les pidió a los guardias que lo dejaran volver a entrar a buscar sus cosas.
“Vamos, señora, por lo menos dormimos en una cama. Comemos algo y nos podemos bañar. ¿Qué van a hacer si no? Se van a cagar de frío acá afuera”, intentó convencer el operador del BAP a una pareja que ya se preparaba para dormir en el piso.
Otra mujer caminó por varios bancos del exterior hasta encontrar el indicado. Ubicó el carrito en el que llevaba varias bolsas de tela al costado y se acostó. Sus pies quedaban afuera del banco; el resto de su cuerpo estaba tapado con un frazada gris. Con una tela negra, se tapó sus ojos para intentar dormir en el inesperado refugio nocturno para personas en situación de calle en el que se transformó el Aeroparque porteño.