Washington Post lapidario: "Los argentinos prefieren la pobreza"
A más de 100 días de los comicios, el concepto de un país eternamente conflictuado se acrecienta.
Tan solo con el título de la editorial, redactada por la pluma del reconocido periodista y abogado Carlos Mira, nos alcanza para comprender el tenor de la nota “La enfermedad argentina”, reflejo de la interpretación que muchos observadores del norte continental tienen sobre nuestro país.
No hay drama mayor para una nación. Vivir en permanente frustración por lo que no son otra cosa que las consecuencias de sus preferencias constituye una encerrona de la cual es muy difícil salir. La Argentina no tiene un problema económico o social o político. Tiene un problema médico; un problema de orden psicológico…
Mira comulga con una idea tradicional de los politólogos contemporáneos sobre la idiosincrasia argentina “somos un país cíclico” que rebusca en fórmulas caducas la solución a problemas estructurales como ser la pobreza. El poder se reparte entre los mismos de siempre, sin autocrítica y con los mismos resultados negativos.
“Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” planteaba el filoso chino Confucio en tiempos precristianos, una frase que no por vieja deja de ser cierta.
Pues bien, ¿y cuál es esa maldita preferencia?, ¿qué es lo que los argentinos secretamente prefieren y contra lo que luego se enojan cuando efectivamente esa preferencia se materializa? Esa preferencia no es otra que la pobreza: los argentinos prefieren la pobreza. Por supuesto no van a admitirlo a viva voz. De hecho viven enojados contra la pobreza. O al menos eso dicen.
El habitual cronista de Infobae, El Cronista y La Nación con su perspectiva particular trata de indagar en los orígenes de la crisis social, sin enfocarse en los nombres de quienes administraron el poder eventualmente, más bien en el código genético del argentino que teniendo la materia prima del éxito decanta por la marginalidad.
El artículo profundiza sobre la teoría de un argentino resentido consigo mismo, insatisfecho y que señala al exitoso como la fuente de los males; “la riqueza es un pecado” describe ampliando el concepto con una recordada cita del Papa Francisco que data del 22 de septiembre previo rezo del Angelus.
El Papa Francisco es quien mejor ha expresado la esencia de esa corriente con su frase “la riqueza es el estiércol del diablo”. Quizás no haya un resumen más perfecto de la morfología social que distingue a los argentinos que esas palabras de Bergoglio. La riqueza es un pecado.
Sobre el final de la publicación en The Post, como si se tratara de un ensayo periodístico, Mira expresa sus conclusiones con un dejo de melancólico pesimismo.
Pero la crítica destinada, ahora si, a quienes ostentan el poder en la Argentina “la clase política”, resume un grito ahogado, el reclamo de los republicanos que ven la creciente desigualdad, la falta de empatía y una sociedad cómplice de su propia debacle.
Las soluciones no vendrán de la aplicación de tal o cual programa económico sino de un proceso de introspección que lleve a cada argentino a darse cuenta del nivel de contradicción en el que vive.
Y si se considera que vivir monacalmente es mejor que vivir en la abundancia, los argentinos deberían renunciar a la abundancia y acostumbrarse a los límites materiales de la vida monacal.
Ahora, recurrir al delito, a la corrupción, al robo o al narcotráfico para producir ilegalmente lo que se niegan a generar bajo el imperio de la ley no hará que el país sea rico. Lo que probablemente surja (o mejor dicho, se consolide) es una nueva nobleza compuesta por mafiosos, funcionarios corruptos, narcos amparados por el poder y revolucionarios de pacotilla que vivirán como reyes...