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El chico más querido de la historia del cine cumple un siglo

La tierna historia de una infancia terrible inspirada en la propia vida de Chaplin

Por: Ángel Domingo Pérez

¿Cómo es posible que una película de 68 minutos, realizada hace cien años, y que habla sobre un joven vagabundo, haya conseguido escribir su nombre con letras de oro en la historia del cine? Es sencillo, prácticamente todo espectador que tenga ocasión de contemplarla terminará con una amplia sonrisa, y si es sentimental no podrá reprimir una lágrima.

Hoy les hablo de una película tan bella como conmovedora: El chico (Charles Chaplin, 1921). La historia comienza cuando una joven madre soltera (Edna Purviance) se ve obligada a abandonar a su hijo (Jackie Coogan),  por culpa de su mala situación económica. La mujer decide dejarlo ante las lujosas puertas de una familia rica. Sin embargo, la angustiada madre no contaba con la intervención del destino; y su niño termina al lado de Charlot, esta vez en el papel de vagabundo.

Estamos ante una de las obras fundamentales en la carrera del cineasta, que propone una enseñanza muy importante: la lucha ante la adversidad. Los protagonistas solo quieren sobrevivir ante el océano de catástrofes en el que se encuentran. Pero ambos parecen felices trabajando como cristaleros. La relación entre Charlot y el joven se transforma en un vínculo paterno-filial muy especial. Y, por si fuera poco, cinco años después, la madre del niño reaparece convertida en una de las cantantes más famosas del mundo y quiere recuperar a su hijo. Así, de nuevo asistimos a otro de los temas fundamentales en la filmografía del genio británico: la importancia de las relaciones entre padres e hijos a lo largo de una vida. Sin embargo, existen opiniones alarmantes, y una de ellas está firmada por el propio director: “¿Recuerdas la escena en la que lanzo grano para los pollos en la policía? Para mí, era el desprecio. No me gustan los niños”.

Así, El chico es, realmente, puro drama y, sin embargo, la sonrisa surge con más frecuencia que en otras obras de Chaplin, ya que en esta cinta se aleja de la pantomima habitual de las películas del vagabundo, sin caer en el sentimentalismo o el patetismo exagerado.

Lo que gran parte del público desconoce es que la película es autobiográfica. Chaplin apenas convivió unos meses con su padre, un actor alcohólico, que falleció prematuramente. Él solo contaba con doce años cuando su madre, con un tono que mezcla indiferencia y reproche, les pide, a ambos hermanos, que se vayan a casa de unos vecinos; en su hogar no queda ningún alimento. El propio Charles escribió: dentro de mí se trabó una lucha terrible entre el impulso de quedarme en casa para hacerle compañía a mi madre y el deseo de alejarme de toda aquella miseria”. Nuestro protagonista se va con culpa, “dejándola sola… sin darme cuenta de que pocos días después le esperaba una suerte terrible en un psiquiátrico”.

Dada la pobreza extrema a la que llegaron, él y su hermanastro Sydney tuvieron que separarse de su madre para ingresar en un asilo y luego en unas escuelas para niños pobres. “Los primeros días me sentí solo y desgraciado… me sentía completamente deprimido”.

Un día se enteran de que su madre “se había vuelto loca y que la habían llevado al manicomio. ¿Por qué había hecho mi madre aquello? Tuve una vaga sensación de que se había evadido de su propia mente de un modo deliberado y desertaba de nosotros. En mi desesperación, se me apareció como en una visión: mirándome”.

Mucho drama y también mucha risa. Algo que solo un artista como Chaplin es capaz de conseguir.

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