En la Gran Manzana. Vistas únicas y habitaciones personalizadas en los tres hoteles de diseño más exclusivos
Nueva York es un collar de abalorios interminable. Como una mamushka se abre a sorpresas dentro de otras. Es visitable todo el tiempo, con encantos que se renuevan a la velocidad de la luz. Los res...
Nueva York es un collar de abalorios interminable. Como una mamushka se abre a sorpresas dentro de otras. Es visitable todo el tiempo, con encantos que se renuevan a la velocidad de la luz. Los restaurantes, el arte, la vida urbana, sus parques, el teatro, las ganas de cada rincón tenga personalidad. Demasiados estímulos para absorberlos todos. La reina de la vanguardia atravesada por el cosmopolitismo extremo. Si no está en esta ciudad, no existe.
El pequeño departamento que se alquila por 2350 dólares en Nueva York y esconde un detalle insólito
Esa es también la consigna del lujo superior. Sin exponerse de modo explícito, rincones exclusivos se esconden limitados sólo para quienes saben buscar.
Tres son las habitaciones más costosas de la ciudad que ostentan otros tantos hoteles de diseño. No aparecen en las búsquedas masivas, hay que tener el ojo entrenado para dar con ellas.
El toque francésCon antecedentes de haber diseñado para la princesa Carolina de Mónaco, el chef Alain Ducasse y los diseñadores Valentino y Karl Lagerfeld, Jacques Grange, el diseñador francés, se hizo célebre por dotar de cierta armonía parisina a sus estilismos que combinan con equilibrio la vanguardia con el clasicismo.
Su impronta dio vida a una de las más exquisitas habitaciones de hotel de Nueva York en el Upper East Side, donde se erige desde 1927 el Mark Hotel, considerado históricamente como el más lujoso de la ciudad, con una influencia artística, cultural y cosmopolita única. Gracias a la visión audaz y exigente de Jacques Grange, cada estancia es un refugio lujoso y sereno.
Además de seleccionar y diseñar muebles personalizados, colaboró con el anticuario parisino Pierre Passebon para encargar una gran cantidad de objetos de arte, muebles y accesorios de iluminación, creados especialmente para el hotel por artistas y artesanos de renombre, incluidos Ron Arad, Vladimir Kagan, Mattia Bonetti, Paul Mathieu, Eric Schmitt, Rachel Howard, Todd Eberle, Karl Lagerfeld, entre otros. El equipo de talentos suma al chef Jean-Georges Vongerichten y al perfumista Frédéric Malle.
La noche en su mejor suite parte de los 75.000 dólares por noche. Comprende dos pisos: 15 y 16, el espacio interior de 900 metros cuadrados es celestial. Cuatro dormitorios y sus cuartos, además de una enorme sala dejan boquiabierto, pero la terraza… esa sí es la gema: 200 metros cuadrados que balconean al Central Park.
Con la mano de Ieoh Ming PeiCreador de la cuestionada pirámide del Museo del Louvre que se convirtió en otro de los emblemas de París, el arquitecto Ieoh Ming Pei, que nació en Guangzhou, China, en 1917, y se mudó a los Estados Unidos a los 18 años para estudiar en Pensilvania, el MIT y Harvard, ha sido el maestro de la construcción milimétrica basada en la geometría y uno de los más prolíficos del siglo pasado.
Por sus manos pasaron la torre del Banco de China, en Hong Kong: el Museo Suzhou, en China; el Museo y Biblioteca John F Kennedy, en Boston, y el Four Seasons Nueva York, donde realizó residencias y cuartos para un emblema que espía la Quinta Avenida y el Central Park bien de cerca. Allí se esconde una de las habitaciones más costosas del mundo.
Originalmente había planeado un departamento/habitación para el último piso que por limitaciones presupuestarias no pudo concretar. Sin embargo, tiempo después, cuando las inversiones fluyeron, fue convocado para dar rienda suelta a sus idea. Ya por entonces retirado (corría 1999), emergió del ostracismo convocado por el magnate Ty Warner y el diseñador de interiores Peter Marino para dar cuenta de 50 millones de dólares y siete años con el fin de concretarlo.
El cuarto de hotel denominado Ty Warner Penthouse, es una suite de lujo de 400 metros cuadrados ubicada en el último piso del edificio, el 52, que ofrece una vista panorámica de la ciudad con cuatro terrazas vidriadas que permiten visualizar de la parte alta y el centro de la Gran Manzana. Paneles acristalados de piso a techo y un candelabro de más de un metro de altura.
La inversión mínima de 60.000 dólares por una noche brinda acceso a un dormitorio con una cama con dosel de seda tailandesa y vistas a Central Park, junto a un baño principal de cristal de roca con una bañera de cromoterapia revestida de ónix y una ducha de vapor; una sala Zen, con cascada interior y paredes de granito verde sudafricano; un spa personal, una bicicleta Peloton, una bañera infinita de cromoterapia revestida de ónix y un ascensor privado. Afuera espera un Rolls Royce con chofer para cumplir todos los caprichos y un gerente de relaciones con los huéspedes dedicado de modo exclusivo al penthouse.
Un curador literario experto ha dado forma a la biblioteca exclusiva que se guarece bajo techos altos, una claraboya, un candelabro Lalanne de bronce dorado y un piano de media cola Bösendorfer.
Con vistas únicasLa llaman “la gran dama”. Es la esquina de a Quinta Avenida y el Central Park. Es un hito en la historia de otro tiempo y, aunque todo en él es lujo, la Suite Real del Plaza, obra de Henry Janeway Hardenbergh (el mismo que construyó el Dakota, donde vivía John Lennon antes de ser asesinado), Thomas Hastings (arquitecto que diseñó la biblioteca de la ciudad) y Joseph Finger, conserva un estilo de alojamiento residencial clásico, rememorando los magníficos diseños de los años ´30.
La estancia está compuesta por tres habitaciones y cuatro baños, requiere una inversión mínima de 40.000 dólares para recorrer por una noche los más de 400 metros cuadrados de lujo.
El hotel inauguró el 1 de octubre de 1907, el mismo día que empezaron a funcionar los taxis en la ciudad de Nueva York. El espacio es impactante, como para llevar adelante una vida cotidiana de ensueño. Su conexión con la élite de la clase alta de Nueva York data de sus orígenes. Truman Capote organizó aquí su celebre Black & White Ball. Scott Fitzgerald y su esposa Zelda amaban este espacio, y Marlene Dietrich, que pasó de visita en uno de sus viajes, decidió pasar más de un año antes de filmar con Alfred Hitchcock.
Hoy los visitantes son más discretos y aprecian las vistas inigualables de este cúmulo de estrellas que supera las cinco.
Tiene ascensor privado, una galería de ingreso reservada. Un living enorme está marcado por la presencia de un enorme piano, una biblioteca separada. El comedor cuenta con una mesa para 12 comensales. Los baños tienen pisos y paredes de mosaico con un motivo floral dorado y todos los accesorios están enchapados en oro de 24 quilates.
Más allá del mayordomo de guantes blancos a disposición, el viajero no puede quitar los ojos de las vistas. Como un dron que sobre vuela lo más mítico de la ciudad, la Suite Real invita a no cerrar los ojos ni cerrar las cortinas.