Escritoras de éxito. Tres argentinas que marcaron su época
Condicionados por el contexto histórico, los prejuicios inciden en el canon de la literatura argentina. En medio de la notoriedad de las escritoras contemporáneas promovida por el feminismo y por...
Condicionados por el contexto histórico, los prejuicios inciden en el canon de la literatura argentina. En medio de la notoriedad de las escritoras contemporáneas promovida por el feminismo y por el hecho de que las mujeres comenzaron a ocupar lugares de decisión en la prensa, las editoriales y las instituciones académicas, hubo en simultáneo rescates de narradoras como Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Libertad Demitrópulos y Aurora Venturini, entre otras. Ante esto, la reedición en un solo volumen de las biografías de Silvina Bullrich, Beatriz Guido y Marta Lynch que la periodista y escritora Cristina Mucci (Buenos Aires, 1949) publicó por separado tiempo atrás plantea interrogantes sobre los mecanismos de consagración y excomunión literaria. En Las olvidadas (Sudamericana), indaga en las vidas y obras de estas tres autoras cuyos libros alcanzaron cifras de ventas que hoy parecen inverosímiles y cuya presencia en el debate público fue central.
Hoy, el libro de un autor nacional es best seller si supera los veinte mil ejemplares; en la segunda mitad del siglo XX, las novelas de Bullrich, Guido y Lynch llegaron a vender 150.000 ejemplares. Las tres eran consultadas con por la prensa para que dieran sus puntos de vista sobre cuestiones literarias y sociales (Guido fue la única mujer invitada en la primera emisión del ciclo de almuerzos de Mirtha Legrand, en junio de 1968). A ninguna de las tres se la puede caracterizar de “machista”; los cruces entre género, ideología y clase social juegan un rol clave en sus narraciones.
“Estas biografías tienen veinte años –dice Mucci–. Pese a que las tres tuvieron muy buena repercusión en su momento, en los últimos años, cuando a partir del auge de los movimientos feministas se empezó a rescatar a muchas escritoras olvidadas, empecé a notar que nadie las nombraba. Me resultó llamativo, ya que fueron las más famosas e influyentes de su época”. Eran, como las bautizó el periodista Bernardo Neustadt, “el trío más mentado” de escritoras locales. “Ninguna autora llegó a tener una fama comparable. Eran personajes públicos, las paraban por la calle”.
Para Mucci, el olvido se explica por razones ideológicas más que literarias. “Pese a que provenían de orígenes distintos, las tres terminaron personificando en el imaginario popular un modelo de escritora de clase alta, con su aureola de sofisticación y elegancia –sostiene–. Eso puede haber provocado rechazo en algunos sectores, aunque no era tan así: Marta Lynch provenía de una típica familia de clase media, y Beatriz Guido, de un ambiente profesional con inquietudes artísticas e intelectuales. Sin embargo, ellas estimularon esta confusión. Con respecto a sus ideas políticas, hay grandes diferencias entre las tres: Silvina Bullrich reproducía las ideas predominantes en su propia clase social, y aunque las criticaba, lo hacía desde adentro. Guido representaba el pensamiento liberal antiperonista, y Lynch es inclasificable, ya que pasó por todos los sectores ideológicos. Sentía una gran fascinación por el poder”.
Duras críticas
Con espíritu de clausura, intelectuales peronistas y de izquierda como Arturo Jauretche (que llamó a Guido “una escritora de medio pelo” y a Bullrich, “gorda raviolera del barrio de Flores”), David Viñas y Juan Carlos Portantiero sentaron las bases de un modo de leer obras que en cualquier literatura hubieran sido consideradas exponentes más o menos felices del realismo crítico. “En su momento, la más respetada fue Lynch, que tenía posiciones progresistas. Las posturas furiosamente antiperonistas de Guido, sobre todo a partir de la publicación de El incendio y las vísperas, le jugaron en contra. Los sectores antiperonistas la adoraban. Y Bullrich, en sus últimos años, no era tomada en serio por el ambiente intelectual”. Trabajos críticos de Josefina Delgado, Nora Domínguez, Alejandra Laera, Marcos Zangrandi y Valeria Castelló-Joubert, entre otros, abordaron con mejor pulso sus obras.
“En los tres casos se trata de una literatura realista, muy influenciada por el acontecer político y social –destaca Mucci–. En la obra de Guido no siempre fue así: sus primeras novelas tienen un tono más intimista y creo que son las mejores: La casa del ángel, La caída. A partir de El incendio y las vísperas empieza a trabajar con más fuerza sobre una realidad política que se torna más compleja y que termina superándola, con títulos como La invitación o Rojo sobre rojo. La literatura de Bullrich también decae. Después de algunos libros interesantes, como Bodas de cristal, Los burgueses, Los pasajeros del jardín y Mañana digo basta, su condición de best seller la empujó a publicar un libro por año, a costa de la calidad. Lynch fue más pareja y escribió buenas novelas hasta el final”.
Mucci no encuentra la marca de estas autoras en la literatura argentina actual escrita por mujeres. “Tal vez sí en algunos escritores como Jorge Asís, que siempre dijo que Lynch fue su maestra. En Osvaldo Soriano, aunque desde otra postura ideológica, también puede haber algo. Esa gran capacidad para conectar con los temas y la sensibilidad de un momento determinado”. Capítulo aparte merecen las adaptaciones al cine y la televisión de sus novelas.
Recientemente, Sudamericana reeditó La señora Ordóñez, de Lynch, y Eudeba, que acaba de lanzar la biografía Beatriz Guido. Espía privilegiada, de José Miguel Onaindia y Diego Sabanés, publicará Fin de fiesta, de Guido. “Me parece muy bien que se reediten los libros de las tres, es inadmisible el silencio que hubo todos estos años, salvo poquísimos casos aislados. Pueden gustar a o no, pero lo que no se puede hacer es ignorarlas. Abarcan un período muy importante, y se mantuvieron vigentes desde mediados del siglo pasado”. En 2011, Mardulce había reeditado la novela Teléfono ocupado, de Bullrich (elogiada por César Aira).
“Es importante conocerlas por lo que significaron y porque representan una época donde la cultura y los escritores ocupaban un lugar que ahora no tienen; Borges, Sabato, Mujica Lainez, Bioy Casares, Dalmiro Sáenz también eran convocados constantemente y sus libros eran best sellers. En el caso de ellas, más allá de sus diferencias ideológicas, las unió una gran capacidad para conectar con los temas del momento. Hablaron de política en sus novelas, se involucraron directamente con lo que estaba pasando. Además, tenían un gran afán de protagonismo y mucha capacidad de comunicación”, dice Mucci, que encuentra en Las olvidadas buen material para una miniserie.
Periodista cultural de reconocida trayectoria, Mucci lamenta que en el país haya menos lectores de literatura argentina que décadas atrás. “Hemos perdido mucho en estos años. Si pensamos que en un país con la mitad de habitantes de los que somos actualmente las tiradas de los libros de muchos escritores argentinos oscilaba entre cincuenta mil y cien mil ejemplares, esto solo daría para charlar un rato largo”. Su programa Los siete locos, que se emite los sábados a las 12 en la Televisión Pública, ya lleva 36 años de vida. “Es una satisfacción poder hacerlo cada semana –dice–. Tratamos, como siempre, de dar un espacio de difusión a los autores, y de acercar los libros y la cultura a la mayor cantidad de gente posible. Últimamente pude realizar una idea que tenía hace tiempo, pensada a partir de un libro de Álvaro Abós, donde describe los lugares literarios de Buenos Aires. Se llama Buenos Aires Ciudad Literaria, hicimos seis capítulos con el apoyo de Mecenazgo y Fundación Itaú, y pueden verse en la web y en el Canal de la Ciudad”.