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Gira y gira Por Germán Faure

La historia nos demuestra que los intereses personales desvían la nobleza a la que aspira un pueblo democrático.

“Somos como un perro queriéndonos morder la cola a nosotros mismos” Esta frase que le acabo de escuchar a nuestro vecino Sergio Miranda en “Golpe de oído” me llevó a escribir esta pequeña nota. Para sumarme a lo que dijo, y para reforzar lo que se va a seguir diciendo.

Hay cosas que sí o si se remarcan con protestas en actos públicos. Tanto como festejos, reclamos, como incentivos a la MEMORIA. Lo de Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta es imperdonable bajo un concepto tan delicado como lo es la democracia, pero resulta lógico si pensamos en la tradición familiar de la cual procede.

Entones, ¿cómo es que alguien así se ubica como posible vicepresidente del país?

Según campañas y otras declaraciones de público acceso, la condición de peligro que la candidata representaba, y representa para la democracia estuvo y está desde el momento cero de su aparición en la política. Incluso desde antes de Milei, de él sí fue una sorpresa, y nosotros persiguiendo nuestra cola. Ya eran sabidas sus intenciones y aun así el pueblo los ubicó como los posibles candidatos que gobiernen este país. ¿Es culpa de ellos o de nosotros, el pueblo, el vulgo? Pensar antes de actuar fue siempre la mejor manera de hacer las cosas.

Leer antes que tirar una piedra.

El acto que se desplegó en la Legislatura (Perú 160 CABA) había que boicotearlo, es cierto. Había que agitar la cuestión por el temido avance de la derecha, es verdad. Incluso había que marchar y despotricar y cortar todo, si es cierto. Pero una vez más la violencia no arregla las cosas. No se arregla nada de un día para otro, es un proceso, necesitamos tiempo para sanarnos. Cosa que nunca hicimos como pueblo argentino, evidentemente, sino, no estaríamos dónde estamos.

¿Nos preguntamos hoy quiénes gobiernan? ¿Nos preguntamos hoy cómo es que tenemos candidatos así? ¿Entendemos porque se da este fenómeno de qué la derecha pura llegue a colocar sus colmillos sobre la yugular de la democracia?

Una vez más, como en toda nuestra historia, volvemos a dar el mismo giro, persiguiendo la misma cola, una y otra vez y otra vez, y otra vez.  

A la memoria se la trabaja desde casa, con amor y lectura. Con hechos concretos y con libertad de pensamientos. La historia nos demuestra que los intereses personales desvían la nobleza a la que aspira un pueblo democrático. La piedra, las balas y el insulto nos lastiman. Tanto ellos, como los otros, están haciendo mal las cosas porque nosotros, el pueblo, se lo permitimos.

Fuente: Por Germán Faure

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