Otras Noticias Escuchar artículo

Indiana Jones y la maldición de la “bomba” sin llamas

“Tic tac, tic tac”. El número uno de un banco charlaba con uno de sus abogados sobre la “bomba” económica que acecha por tiempos ya inmemorables y que cada argentino escucha detrás de su...

“Tic tac, tic tac”. El número uno de un banco charlaba con uno de sus abogados sobre la “bomba” económica que acecha por tiempos ya inmemorables y que cada argentino escucha detrás de su oído permanentemente. ¿Explota? La primera definición del banquero que sigue de cerca la dinámica de pesos y dólares fue: “Llegan”. Es también una expresión de deseos. La segunda fue un temor. El hombre de negocios observa que, si el oficialismo pierde por muchos votos en primera vuelta, el peronismo use la calle para quebrar la paz social. La tercera es casi un aviso legal. El abogado estimó preciso dejar espacio para el cisne negro: la política se encargó en reiteradas oportunidades de romper las cosas que, incluso en piloto automático, no tendrán inconvenientes en terminar, como el gobierno de Alberto Fernández.

Tal obra podría incluso hasta titularse y tener un protagonista de aventuras en el comienzo de las vacaciones de invierno. El 2 de diciembre hubo un nombre tentativo: “Pronosticando el apocalipsis que no llega”, fue el sugerido por el documento publicado por la prestigiosa economista Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo. Entonces, Massa era un mago sacando conejos de la galera para evitar el estallido y generando distorsiones que “alargaban la mecha” y acrecentaban la herencia del futuro gobierno (el encargado de pagar las cuentas).

“Massa no tiene plan, no tiene estrategia, pero es un jugador táctico. No importa la irresponsabilidad si se puede ganar. Es como Indiana Jones; cae siempre con el sombrero bien puesto”, se ríe un economista sin saber que halló un nuevo personaje de aventuras para definir a un ministro de Economía rescatado de las urgencias argentinas por el cepo cambiario , las expectativas de recambio de gobierno, y bajísimos precios de los activos en el país. Sin intencionalidad, la posible llegada al poder de sus archienemigos se convirtió en el asfalto que baliza actualmente una transición ordenada.

Pero, ¿existe la bomba sin llamas? ¿Hay bomba sin una gran explosión? Hay que decir que sí. Quizás la mejor metáfora bélica para explicar lo que pasa en la Argentina es la de cuestionada bomba racimo, que no es una gran bomba, sino un gran número de pequeñas bombas que afectan en diferentes espacios y tiempos y sin gigantes llamaradas.

Pese a que el Gobierno la niegue, la foto de esa bomba es de una destrucción masiva. La oposición la describe de la siguiente manera: un Banco Central (BCRA) con US$8000 millones de reservas negativas, un gobierno que no le paga al Fondo Monetario Internacional (FMI), y que se endeuda con China, con US$13.000 millones de importaciones sin pagar y un balance del BCRA “quebrado” (tipo de cambio de convertibilidad de $12.000), deuda indexada al dólar e inflación “para patear”, 150% de inflación, 43% de pobreza, y 100% de brecha.

Indiana responde: “Acá, la única bomba que tiene la economía argentina es el acuerdo con el Fondo que dejó Macri para financiar la fuga de capitales. Esa es la bomba, que se complementó con la sequía”, dijo a Massa a LA NACION. Sus declaraciones llegan antes de una nueva presentación junto a Cristina Kirchner para criticar al organismo justo cuando su equipo viaja a Washington para pedir adelanto de dólares que blinde su campaña presidencial.

La bomba es una película

Pero la bomba no es una foto o por lo menos no es sólo esta foto. Es una película lenta y extensa. Tan larga que, más que a la ira lleva al hartazgo, al cansancio. Ese film comenzó en 2018 y un importante lector de datos sociales hizo la crítica: “Es la crisis más salvaje y persistente”. Es quizás esa letanía la que esconde las llamas. “ está explotando. Lo que pasa es que acá medimos todo con la vara de 1989 o 2001 . Ahora, todo está estirado por el cepo y los subsidios en el conurbano bonaerense”, describe un importante referente opositor.

La economía “atada con alambres” desde la macro y “a punto de explotar” se hace acuosa en un período largo y disperso. Por ejemplo, durante años, cuando se saca la billetera en el supermercado, se renueva el alquiler, o se busca en Internet el precio de un 0km. La plata no alcanza. Pero se tiene trabajo. No hay trauma –bronca– por el desempleo, pero a que hay cada vez más empleados en blanco que son pobres por la inflación galopante. Se suma además otro ingrediente que complejiza aún más la ecuación. La crisis no tiene un nombre; es colectiva: se produce en un período que cruza a diversas castas políticas.

Un cálculo de la consultora ExQuanti con base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec (EPH) indicó que desde el primer trimestre de 2022, cuando Martín Guzmán era el ministro de Economía, al mismo de este año, ya con Sergio Massa al mando en el Palacio de Hacienda, el ingreso per cápita familiar –que se obtiene dividiendo el ingreso total familiar por la totalidad de los componentes del hogar– mostró un deterioro real (deflactado por inflación) de 2,45% en el estrato más bajo de la sociedad. En el mismo período de tiempo, cayó 6,35% en el medio. Entre 2020 y 2022, en pandemia, el ingreso per cápita familiar había caído 1,61% para los más pobres y 6,58% para lo que podría denominarse clase media. Sin embargo, las mayores bajas de estos indicadores se registraron entre 2018 y 2020, el período de gobierno de Mauricio Macri.

Una bomba diferente

La bomba de racimos criolla tiene además dos características diferenciadas de la gran bomba de 2001. No tiene piquetes por desempleo ni cacerolas por depósitos. Más allá de la cercanía del peronismo con la CGT –o los movimientos sociales, dueños del Ministerio de Desarrollo Social– la contención social por transferencias de ingresos juega un rol clave comparado a lo que podía verse en el primer año del siglo XXI. Un dato de la UCA y la UBA: los ocupados en hogares perceptores de política social pasaron de 3,8% en 2003 a 19,3% el año pasado.

Además, pese a que el negocio de las cajas de seguridad se expande en la Argentina como en ningún otro país del mundo, los depósitos en dólares en el país se mantienen relativamente estables. Antes de la brusca salida de Martín Guzmán eran US$15.969 millones, según el economista Salvador Vitelli. Cuando asumió Massa –después de la crítica peripecia de Silvina Batakis– estaban en US$15.051 millones. En febrero de este año llegaron a US$16.380 millones. En la actualidad, están en US$15.508 millones. Y varias corridas cambiarias mediante.

“Vas a encontrar argentinos que dicen ‘hay que hacer algo, pero yo no puedo más’”, explica un politólogo. “La crisis se empieza a sentir de a poco en las casas, pero nadie quiere un 2001; quieren un 2003″, agrega y dice que las emociones juegan un papel clave. “La gente está más cansada que enojada. No quiere ni romper nada”.

Un colega suyo completa que la explosión es con la gente en la calle “interrumpiendo el proceso político”. ¿Por qué no se da? El daño a la calidad de vida es largo, pero progresivo, dice y recuerda otra metáfora: la rana en agua hirviendo. “Hay cada vez más plata para contención social a través de los movimientos sociales y la gente es muy paciente; no ha retirado dólares”, agrega. Además, hay una elección cerca. “A nadie le conviene que explote”, dice, en definitiva, el abogado y asesor del banquero. No hay lugar para nuevos traumas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/indiana-jones-y-la-maldicion-de-la-bomba-sin-llamas-nid17072023/

Comentarios
Volver arriba