Nacha Guevara: quién debería interpretarla en una biopic, su nuevo show en pijama y por qué no cantaría un reggaetón “ni ahí”
Para 2020, Nacha Guevara había previsto festejar su cumpleaños a lo grande, como nunca lo había celebrado. Tal vez porque la cifra de años a honrar le resultaba imponente o quizás porque, tras...
Para 2020, Nacha Guevara había previsto festejar su cumpleaños a lo grande, como nunca lo había celebrado. Tal vez porque la cifra de años a honrar le resultaba imponente o quizás porque, tras tanto exilio, amenazas y vaivenes de todo tipo, nunca pensó alcanzarla. Lo cierto es que había decidido hacer de sus 80 años una fiesta imparable. Pero apareció la pandemia y sus planes se desbarataron sin atenuantes. A años luz de lo imaginado, el día de su natalicio, el 3 de octubre, la encontró recibiendo abrazos y besos virtuales por las redes, y saludos con distancia social de sus compañeros de Cantando 2020 (el ciclo de eltrece que la tenía de jurado, con máscara reglamentaria y cubículo vidriado de por medio). Pero, fiel a su estirpe de libriana, no bajó los brazos y ahora, dos años después, se empeña en revalorizar el acontecimiento, trayéndolo a la actualidad. ¿De qué manera? A través de Nacha en pijama, el espectáculo que estrena hoy en el Teatro Astros, en el que a lo largo de diez únicas semanas soplará las velitas en compañía de sus fans de toda la vida.
“El espectáculo es sobre una persona que vengo a ser yo y no ser al mismo tiempo porque el teatro es una realidad aumentada y todo se exagera. Pero digamos que es semiautobiográfico: cuenta el tiempo de pandemia combinado con la imposibilidad de festejar los 80 años. Sobre el escenario se verá lo que pasaba en la vida de encierro: la locura, las nostalgias y los disparates. Será todo muy variado, con muchos estados de ánimo, esos que se tienen en una situación así y que seguramente hemos tenido todos durante ese período. En el escenario tengo dos compañeros, una planta y un cuadro, y también mantengo diálogos con compañeros invisibles; uno de ellos es Marcelo Polino, que me llama constantemente. Él siempre está en actividad y yo estoy siempre sin actividad, como prácticamente me sucedió durante toda la pandemia. Ese es uno de los grandes contrastes que muestra el show, y que moverá a risa”, asegura la hija dilecta del Instituto Di Tella y del Café Concert, que luego devino artista internacional, seguidora de la New Age y cultora de Pilates y la meditación.
–Hablando de la pandemia, ¿te sirvió para algo?
–Durante la pandemia se me juntaron muchas cosas, no fue un período fácil. Por ejemplo, la muerte de mi madre, y luego una mudanza no buscada. Yo vivía en un barrio cerrado, fuera de la ciudad, con muchas plantas, cielo y pajaritos y de golpe me tuve que venir al centro, a un departamento oscuro. Todo esto acompañado, ni más ni menos, de lo que implicaba la pandemia. Pero de todos modos aproveché ese momento de encierro y soledad. Me dediqué mucho a descubrir lo que la vida tal cual la teníamos planeada no me permitía ver: en principio descubrí el poder de la rutina. Uno siempre se pelea con la rutina, pero cuando cambia te desordena y desorganiza todo, desde tu mente hasta tus emociones y tu manera de comer y de dormir. Y así tu vida se convierte en un caos. Por eso empecé a valorar la rutina, eso de que hay que comer a una hora, a trabajar a otra y dormir después. Al no tener obligaciones era como no tener noches ni días, y terminabas acostándote y levantándote a cualquier hora, lo que desembocaba en un gran desorden.
–¿Vos cómo lo contrarrestaste? ¿Te inventaste un nuevo orden?
–Yo lo que hice fue dedicar mucho tiempo a hacer cosas que me interesan mucho en mi camino del autoconocimiento. Todas las mañanas hacía, a manera de rutina, mis meditaciones completas. En fin, a lo que más me dediqué fue a conectarme conmigo misma. Porque, además, justo el día en que decretaron el aislamiento, se me quemó el televisor. Así que quedé muy desconectada del mundo exterior. Pero no me molestó porque las desconexiones también tienen sentido, lo importante es que hacés con ellas, como con todo en la vida. Porque cuando llegamos a este plano nos va a pasar de todo a todos, y el punto no es lo que nos pasará sino lo que haremos con eso. Yo elegí eso: si hay que estar aislados, lo voy a acentuar aún más para conectarme más conmigo. Busqué más silencio y tareas de índole introspectivas, y también me dediqué a escuchar a los grandes maestros. Ese fue el costado positivo de la pandemia, que no te creas que en ese momento lo tuve tan en claro. Recién después de la pandemia, cuando empecé a salir, me di cuenta que todo ese trabajo de aquel tiempo empezaba a dar sus frutos. Los cambios fueron sutiles, pero cambios al fin: fundamentalmente cambios en la energía.
–Si hubieras podido festejar los 80 años, ¿cómo lo habrías hecho, exactamente?
–No lo sé a ciencia cierta. La fantasía era hacer un gran espectáculo, a lo bestia, del que todo el mundo dijera `Guau’, con bailarines y cantantes y una retrospectiva de toda mi carrera. Y bueno… eso quedó ahí, en el terreno de la fantasía. Después hubo pequeños atisbos de hacer algo distinto, durante los siguientes dos años, pero fueron todos fallidos. Guardé todos esos proyectos en un cajón y me dije `Basta, hasta aquí llegamos’. Me harté del asunto, digamos. Pero hace cuatro o cinco meses, revolviendo papeles, encontré esto que había escrito, esta especie de disparate que ya había escrito y que luego, en la práctica se modificó mucho. Mirándolo desde otra perspectiva, desde el estar afuera del encierro, me pareció que era interesante. Entonces llamé a Norberto Baccon, que es amigo de hace muchos años, y le dije: ¿no tenés ganas de que hagamos algo juntos? El solo me preguntó el nombre del espectáculo, porque se rige por los títulos. Le dije Una mujer en pijama, como se llamaba originalmente. Aunque le gustó, luego lo cambiamos y así nació Nacha en pijama.
–Esa fue la primera sorpresa para el público, ¿no? La gente siempre te conoció muy producida, muy pendiente de lo estético y ahora, de repente, te subirás al escenario en pijama.
–¡Ahora hasta salgo a la calle en pijama! Esa es otra de las cosas interesantes que me pasaron durante la pandemia: descubrí lo que es la comodidad, no estar en tacos altos sino en zapatillas, estar en pijama. No es algo superficial: a mí en lo particular me pegó de una manera muy importante. No creo que perdí el interés por la moda, pero ya no me interesa el sufrimiento por la moda ni esos trajes grandes estúpidos que nos pesaban horrores. Tampoco entiendo ahora qué significa la alfombra roja. Digamos que mi concepto de la moda cambió, hoy creo fundamentalmente en la comodidad. Por suerte parte de la moda se dirige hacia allí, hacia el reino de la comodidad. Está la moda de Corea, donde entiendo hoy se encuentra la vanguardia, que privilegia la comodidad. A mí me sigue gustando la armonía, la belleza y el equilibrio, eso es y será siempre parte de quien soy, pero para mí los taquitos y la ropa incómoda ya fueron.
–En Nacha en pijama participa Norman Briski como asesor artístico. ¿Es difícil trabajar con un ex? ¿Cómo se te ocurrió convocarlo?
–Te juro que si fuera difícil no lo haría porque tampoco como clavos ni vidrios, ¿eh? (risas). Fue mi hijo Gastón Briski (también responsable del diseño de sonido de Nacha en pijama) el que me lo sugirió. Él pensó que sumaría varias ideas y así fue, porque Norman es un manantial de ideas, un ser muy creativo. Lo que hicimos fue revisar el texto juntos, pero por teléfono, porque en ese momento no estaba en Buenos Aires. Después empezó a venir a los ensayos dos o tres veces por semana y luego una sola; él veía los progresos o los retrocesos y sobre el eso ofrecía sus observaciones. Como sabe mucho de teatro y tiene un ojo experto fue de una gran ayuda. Sumó al espectáculo mucho delirio pero también bastante sentido común.
–El año pasado volviste a entrar a un estudio para grabar un disco, a 55 años de haber registrado tu primer álbum. ¿Cómo es ese trabajo discográfico y cuándo será editado?
–Se trata de un disco muy personal, que también refleja lo que viví durante la pandemia. Es un disco duro, muy sincero y muy actual. Tiene canciones que hablan del planeta, de los odiadores y de los maltratadores. No está en la línea de mi primer disco (Nacha Guevara… canta, de 1968), al que aludiste en la pregunta, que era más bien juguetón, pero sí en la del segundo (Anastasia querida, de 1969), que era más bien rebelde y contestatario. Está en ese nivel. Tiene más concepto. Está producido artísticamente por Oscar Mediavilla, tiene música y arreglos de Dany Vilá y producción general de Fernando Pini, de Fénix Records, un ser muy especial que se dedica a bancar proyectos imposibles. El disco saldrá a la venta próximamente, en un mes o dos.
–¿Es verdad que en este álbum debutás como compositora?
–Sí, de letras. Muchas de las letras de las canciones del disco son mías. Yo solo había escrito una letra, la de “Mi ciudad”, allá por los 80, y nunca lo había vuelto a intentar. Por eso tal vez este sea mi disco más personal. También hay algunas letras que concebí en colaboración con un poeta joven, que se llama Ricardo Monje, al que yo llamo El Poetita porque desde niño escribe cosas muy bellas. Digamos que siete de las letras son mías y el resto escritas a cuatro manos.
–¿Nacha en pijama incluye algunos de esos temas?
–Sí, tres canciones. Una es “80 y cantando”, que es el leitmotiv del espectáculo, otro es “Estoy muy cansada”, donde enumero todo de lo que estoy harta, y el tercero es “Andate al carajo”, dirigido a un femicida y a los maltratadores en general.
–¿Cómo te llevás con los ritmos urbanos? ¿Te veremos cantando y bailando algún tema de reggaetón, hip hop, trap o rap en Nacha en pijama?
–No, en el espectáculo solo hago una canción del Cuarteto de Nos: “Ya no sé qué hacer conmigo”. También hago una de Joaquín Sabina, “Contigo”, y una canción italiana que supe cantar mucho hace un tiempo y después la dejé: “Me tiro”. Y un tema de Eladia Blázquez, “Cualquiera de estas noches”, que es una hermosa canción de amor. Pero no cantaré un reggaetón ni ahí, a mí me gusta la música que tiene melodía y letra, no solo ritmo.
–¿Y tus temas emblemáticos?
–No, en este espectáculo no habrá ninguno. Y es a propósito, la idea fue mostrar otra faceta mía, algo más empatado con el disco que saldrá próximamente. Esta vez quise mostrar un material nuevo. Sin dudas Nacha en pijama está más conectado con el presente que con el pasado.
–Según dijiste en las redes, tu disco dejará al descubierto tu “rebeldía reflexiva”. ¿Siempre desarrollaste ese tipo de rebeldía o podríamos decir que la del principio fue más bien frontal y violenta?
–Sí, soy consciente de que la rebeldía del comienzo era combativa y me enorgullezco de eso. No me arrepiento para nada.
–¿Y cómo se produjo ese cambio, esa transición de la rebeldía combativa a la reflexiva?
–La vida. Se trató de la vida, y de ese trabajo que yo vengo haciendo hace mucho tiempo y que acentué durante la pandemia, hace 40 años que vengo investigando en quién soy de verdad, en el silencio y en todas las cosas que hoy están más a las manos pero que en ese momento eran muy raras para la cultura occidental pero no para los hindúes. Esto hizo y hace que pueda decir lo mismo pero de otra manera. Porque yo sigo creyendo en las mismas cosas, ¿eh?
–¿En qué seguís creyendo y en qué cambió la Nacha de los 60 a la de ahora?
–Esta de ahora se parece un poco más a la de los 60. Y me alegro, porque a la Nacha de los 60 la adoro porque era sarcástica pero a la vez juguetona y divertida, le importaba un carajo la opinión ajena. Así éramos un pequeño grupo de mi generación. No teníamos gobiernos democráticos, teníamos militares en el poder, pero nos importaba un carajo, hacíamos lo que teníamos ganas y no pensábamos en el éxito. El resultado no era el éxito, era la experiencia. Pero eso lo sé ahora –que lo que buscábamos era tener la experiencia- porque el éxito está en hacer la experiencia. En ese momento simplemente hacíamos lo que hacíamos, no pensábamos si iba a gustar o a disgustar. Nuestra premisa era hacer, hacer y hacer. Y tuvimos al Instituto Di Tella como a una bendición, que nos otorgó el derecho a equivocarnos. Era un centro para experimentar, hoy la experimentación se ha perdido por completo, hay que ir al éxito seguro y rápido.
–Y hoy que sos una figura consagrada, ¿anteponés la experiencia al éxito?
–Sí. Porque la experiencia me la voy a llevar cuando me vaya y el éxito no. El éxito es una prueba que muy pocos pasan con elegancia. ¿Si yo lo logré? No sé, lo que sí sé es pasar el fracaso con elegancia. He tenido más fracasos de los que te imaginás, pero no tengo por qué exhibirlos. Hoy todo tiene que exhibirse, incluso los fracasos. Yo no creo en eso. Hay cuestiones que son personales, íntimas, y deben ser así. No es que no me interese el éxito para nada, pero cuando estoy creando no es ese mi objetivo sino hacer mi trabajo bien. La búsqueda del éxito por sí mismo ha hecho fracasar a mucha gente. Así que hay que tener cuidado con él.
–¿Hoy te autopercibís más como una cantante que interpreta o como una actriz que canta?
–Como una actriz que canta, y es una pena que los cantantes no entiendan eso. Para todo cantante debería ser obligatorio hacer cursos de arte dramático, porque eso hace la diferencia entre un cantante “That’s OK” y alguien que te conmueve cuando canta.
–Ya encarnaste en teatro a Eva Perón y a Tita Merello, y en cine a Victoria Ocampo, ¿qué otro personaje de la historia argentina te gustaría interpretar?
–A Alicia Moreau de Justo. Fue una mujer muy interesante, una de las primeras sufragistas. No la he investigado del todo, pero sé que es especial, porque además siempre trabajó en pareja. Fue una mujer como Eva, revolucionaria pero al mismo tiempo compartían ese pequeño poder que tenían a la par del hombre.
–Y ahora que están tan de moda las biopics, ¿te imaginás la tuya?
–Sí, ya la tengo escrita. Como no sé escribir para miniserie ni para cine no puedo asegurarte en qué formato la tengo escrita, pero que la tengo, la tengo. Digamos que tengo lista la estructura y el cuentito. Y yo creo que el cuentito es muy interesante porque me han pasado muchas cosas. Hasta tengo el título y todo: se llama “Desobediente”.
–¿Tiene más capítulos humorísticos o dramáticos?
–De todo, de todo. Abarca mi infancia, la juventud, el exilio y la vuelta al país, el día que asume Alfonsín. Y ahí termina. Porque todo lo que sigue, la verdad, es muy poco interesante.
–¿A quién te imaginás interpretándote?
–Para la Nacha niña no tengo ni idea, pero para la Nacha joven se me ocurre Celeste Cid. Yo me veo en la serie como un relator de la historia, y también participando en algunas escenas, interviniendo en momentos cruciales. Suponete que la mamá le está pegando una gran paliza, como realmente me ocurrió a mí, entonces yo, adulta, aparecería cuando esa madre se va, y le acariciaría la cabeza a esa niña maltratada. En ese sentido sería mi presencia, aparecería solo cuando es necesario.
–Aparecerías para sanar.
–Exacto. Mi rol sería el de una sanadora.
–Hace un tiempo dijiste: “Tardé muchos años en llegar a ser joven”. ¿Hoy, a los 82, te sentís más joven que nunca?
–¡Eso que lo diga el público cuando me vea! (risas). Llegar a ser joven es la tarea de toda una vida; todo lo contrario a lo que la gente supone: que toda una vida te lleva a la vejez. ¿Qué quiere decir ser joven? Sería la vuelta a la inocencia, pero de una forma consciente, porque los niños son inocentes inconscientemente. La última meta es llegar a la inocencia siendo consciente. Se trata de recuperar la inocencia que teníamos previo a que la familia, la televisión y la religión nos inculcara una información que no nos pertenece. Eso sería ser joven. No puedo decir que lo haya logrado del todo, pero estoy en la búsqueda. Y eso ya es mucho.
Nacha en pijama. Actuación, libro y dirección: Nacha Guevara. Los viernes y sábados, a las 21, y los domingos, a las 20, en el Teatro Astros (Av. Corrientes 746). Entradas: desde 4000 pesos, por EntradaUno y en boletería.