Piezas únicas. La familia de orfebres que atravesó todas las crisis y hoy le vende a magnates brasileños y desarrolladores de EE.UU.
Tallar ha sido una forma de comunicar. Aquello de dejar marcas en el suelo, más tarde en la piedra y finalmente en los objetos producidos por el hombre ha tenido un lado existencial: el de dejar h...
Tallar ha sido una forma de comunicar. Aquello de dejar marcas en el suelo, más tarde en la piedra y finalmente en los objetos producidos por el hombre ha tenido un lado existencial: el de dejar huella. Pero también la de registrar un suceso, iniciar un diálogo y embellecer los objetos.
La primera pieza tallada en oro de la que se tenga registro hasta ahora se encontró en la Necrópolis de Varna, un yacimiento arqueológico en Bulgaria que data del periodo calcolítico (entre los años 4600 y los 4200 a.C.). Casi mil objetos de oro que incluyen cetros, brazaletes y collares dan cuenta de la primera orfebrería humana. A casi 2000 kilómetros de allí, en Baviera, Alemania, tuvo su origen el apellido Schätz, ligado en América a esa disciplina. “El apellido significa “tesoro” en alemán -relata Norberto Schätz, segunda generación en el emprendimiento familiar que puso marca en el orillo a herrajes y grifería que pueblan las casas de clase media de la región, pero también es buscada por los proyectos exquisitos y selectos-. La familia llegó a Buenos Aires en el año 1926″, completa. María y José, los abuelos de Norberto, se conocieron en Alemania. El viajó primero para establecerse de un modo más firme, en los años 30 comenzó a trabajar en una industria nacional. Más tarde llegó María. Ambos se casaron aquí y se establecieron en Villa Ballester, en la provincia de Buenos Aires. Tuvieron dos hijos: José (el 26 de julio de 1930, falleció en los 80), que heredó el nombre del padre, y Rodolfo (4 de julio de 1938). María y José fueron personas muy dedicadas a sus hijos. Ella fue más longeva y pudo ver a sus pequeños armar la empresa que hoy es Schätz Artesanos.
“Mi padre y mi tío tuvieron una buena infancia -cuenta Norberto-, con padres muy amorosos, muy contenedores, que hacían todo para que ellos estuvieran bien. José (h.) disponía de toda su paciencia para su hermano pequeño, les gustaba mucho salir a pasear en bicicleta, en los dos rodados que el trabajo de su padre pudo comprar”. La vida diaria, fuera del trabajo y la escuela, incluyeron salidas de campamento y pesca. Podían estar horas sentados uno junto al otro, en la orilla de una laguna o un río, con sus cañas de pescar, en silencio, sintiéndose unidos uno con el otro.
Ambos hijos obtuvieron buena educación. Rodolfo se inclinó por el industrial y José siguió un bachillerato. Luego, muy jóvenes entraron a trabajar: el mayor en la industria metalúrgica y el menor en la electrónica. Corría el año 55 cuando José (h.) comenzaba tímidamente a vender herrajes en un pequeño departamento de la avenida Del Tejar (hoy Balbín). Su hermano era 8 años menor, pero muy pronto, desde muy joven, también se uniría a esta tarea y a la empresa. En el fondo de la casa de la madre de ambos -ya por la década del 60- empezaron la fabricación propia con un pequeño torno, y algunas máquinas más. No muchos años después tenían su propia fundición en el terreno que pudieron comprar al lado de su propia casa. Así fueron creciendo. Fabricaban manijas, manijones y pomos para puertas, griferías, entre otras. La segunda generación, la que hoy es la cabeza de la empresa, encontró la fábrica de esta forma, pujante, potente; y a partir del año 82, Norberto Schatz, ya segunda generación, comenzó a trabajar en la compañía. Guillermo, el hermano menor de Norberto, se sumó al proyecto en el año 86. Rodolfo se convirtió en el artista de la marca. “Aún lo es -relata Norberto-. No sólo trabajó en la fábrica, sino que formó al equipo de orfebres que lideró allí durante años, hasta sus 83 años. Aprendió el oficio de forma absolutamente autodidacta, en prueba y error, mirando a otros artistas mayores que los dos hermanos contrataron para trabajar. Rodolfo es básicamente un desarrollista, creó piezas que hoy son únicas, copió y modificó el estilo francés que hasta hoy es valorado en distintos lugares del mundo”.
Como la historia del garaje
No fue la cochera de la casa como en la célebre historia de Steve Jobs y tantas startups modernas, pero sí fue el fondo de la propiedad familiar. Allí todo comenzó con un pequeño torno y unas pocas herramientas más que fueron sumando de a poco en la década del 60. No muchos años después ya tenían su propia fundición en el terreno vecino. Norberto vio a mitad de los 80 y principios de los 90, cómo la fábrica de su padre y su tío tenía decenas de empleados. “También viví la historia del país y sus crisis en carne propia -relata-. Intenté redefinir el proyecto y continuamos con el mercado ABC1. Nos especializamos aún más en este mercado, junto con mi padre y mi hermano, que generaron piezas exclusivas y únicas. Marcamos diferencia con la competencia. Nuestra pyme podría ser una más de las que florecieron en un país que era amable con quien trabajaba duro y le ponía mucho esfuerzo a la historia de su empresa”. Norberto también se apoyó en su tercera generación. Franco Schätz es hijo único de su primer matrimonio. Es su debilidad a nivel personal, pero también lo ayuda profesionalmente. “Hoy continuamos con los orfebres trabajando allí desde hace más de 20 años, quienes a su vez sumaron a la empresa a sus hijos y sobrinos”.
¿Por qué marca la diferencia la orfebrería que desarrollan? Los artesanos orfebres combinan de manera muy propia las técnicas que utilizan y el modo en que las combinan. Las piezas atraviesan procesos de fundición (forjado en caliente, microfusión y shell molding, entre otras), cincelado, pulido y acabado manual. La metodología de trabajo es tradicional: los artesanos bocetan las piezas a mano alzada y los orfebres las fabrican a medida según el pedido de los clientes. El tiempo dedicado a la confección de cada pieza es parte del secreto de su perfección: son trabajadas como pequeñas obras de arte.
Schätz trabaja con bronce 90% argentino y algunos otros que son importados. Sus piezas son apreciadas por cascos de estancias, proyectos luxury de real state, amantes del estilo francés que solo ellos producen en la región y que se esparce por varios países de América del Sur. Han realizado obras gigantescas en Chile y en Brasil, sus productos ya se lucen en Perú, Uruguay, Ecuador, Colombia, Guatemala y ahora también los Estados Unidos. A pesar de su sello clásico, también diseñan y producen piezas de tendencia. “El desarrollo de modelos a través de programas de diseño tridimensional por computadora abre un abanico de posibilidades no solo de máquinas que funcionan por control numérico computarizado para materializarlo, sino también de complejidad de formas y pruebas de prototipos que se pueden hacer antes de comenzar la producción”, explica Norberto, que tuvo que aggiornarse con las nuevas metodologías. En Schätz también se aplica la técnica del vaciado a través del procedimiento de la cera perdida. También el dorado, el laminado, hilado, soldadura, repujado y martillado. El ciscado es otra técnica de valor para la impresión de los modelos en los cuadernos de modelos o catálogos técnicos que aún se utiliza en la empresa.
-¿La orfebrería es un valor que tiende a perderse?
-En los últimos años, este oficio comenzó a declinar. Hoy no hay muchas industrias que se dediquen a esto. En Argentina es más limitada, se encuentra en muy pocas empresas, y esto también la hace mucho más exclusiva. Aún seguimos en pie y miramos al exterior con productos no sólo artesanales, sino además exclusivos.
Norberto nació en la ciudad de Buenos Aires, pero pronto se mudó a Villa Ballester. Allí asistió al Colegio Alemán. En su infancia, muy protegido por padres, tío y abuelos, se dedicó de lleno al estudio y al deporte. Practicó tenis, natación, handball. A los 12 años empezó a trabajar durante los veranos en la fábrica familiar. A los 19 años, el 1° de julio de 1982, se incorporó a trabajar ininterrumpidamente hasta hoy. El primer desafío que enfrentó al entrar a la empresa fue conocer en profundidad toda la estructura de trabajo de la fábrica y, más tarde, dedicarse plenamente al área comercial. Además de consumidores finales y arquitectos, la empresa proveyó a obras tan disímiles como iglesias y museos.
El primer paso para crear una grifería o un pomo de puerta a medida es elaborar el diseño. “Se puede hacer en forma manual e incluso hoy se usa mucho la tecnología para hacerlo -explica Norberto-. Esa pieza se transforma en madera, luego en bronce. Se la funde, se hacen variantes torneadas, se cincelan, se ajustan, se pulen, se le dan baños electrolíticos, y laca protectora”.
“En el camino de no perder el pasado, pero también capturar el futuro, comenzamos a trabajar con cera perdida, prensas, tornos CNC, entre otros grandes cambios. También, hoy tenemos un avance tecnológico importante en el diseño de las nuevas piezas que encarga un arquitecto o interiorista para su obra -relata Norberto-. El moldeo a la cera perdida es un procedimiento escultórico que permite obtener figuras de metal, generalmente bronce y oro, por medio de un molde que se elabora a partir de un prototipo tradicionalmente modelado en cera o yeso. Esto prácticamente no se usa en el país”. Franco, que aún no tiene 30 años, no es orfebre. Hizo su propia historia, pero nunca se despegó de su padre y del recuerdo de su abuelo. “Le suma un nuevo aire a la empresa -indica su padre-. Y aporta desde su iniciativa, su visión innovadora y entendimiento más global del negocio”. Con su impulso comenzaron a posicionarse en redes sociales y abrieron un local de gran valor estético en el circuito del diseño, en la calle Arenales, en Retiro. “Queremos llegar a más estudios de arquitectura y decoración, porque si bien nos enorgullecen los proyectos exclusivos que nos implican creatividad y poner sobre la obra todo nuestro bagaje histórico, queremos ser parte de la vida cotidiana de las personas. Queremos que haya un Schätz también en tu casa”.