Roger Waters, el gran provocador que vuelve para decir adiós amigos
La industria del espectáculo musical que se desarrolla a gran escala cuenta con nombres de gran convocatoria que son muy útiles para que el engranaje de producción siga en marcha, se potencie y ...
La industria del espectáculo musical que se desarrolla a gran escala cuenta con nombres de gran convocatoria que son muy útiles para que el engranaje de producción siga en marcha, se potencie y se sofistique con el fin de que el negocio crezca y el público tenga sus dos horas de entretenimiento. Eso cubre la cuota necesaria de ocio. Música agradable, visuales en grandes pantallas y fuegos artificiales. Por supuesto que no hay nada de malo en esto. Pero tampoco está de más que, en medio de esa lista de grandes convocantes, aparezca Roger Waters; sí, ese obsesivo y reverenciado artista que nunca para de amplificar sus ideas en redes sociales y de mantenerse en una posición de rebeldía frente al hecho de que un show a gran escala (también) pueda transmitir una reflexión, incluso con el tono evocativo que tienen sus conciertos y aún a riesgo de transitar cierto anacronismo.
Sus batallas, esas en las que solito Waters se mete, se desarrollan, básicamente, en esos dos frentes, que transcurren en paralelo y que, de a ratos, se cruzan: redes y escenarios. Porque también es justo decir que su labor suele ser una reformulación de sus creaciones de la década del setenta, contextualizadas a partir de la realidad de este tiempo.
Hoy, la mirada está puesta en cuantas funciones puede llegar a hacer un artista o en cuántas reproducciones suma en plataformas digitales, pero no mueve la aguja del interés qué tanto puede llegar a decirnos; qué tan grandioso o nefasto puede ser su discurso. El valor del espectáculo de Roger Waters no radica en la cantidad de fechas que pueda hacer sino en lo que tiene para decir y mostrar. No hay que temerle al arte ni, incluso, al entretenimiento a gran escala como hechos sociales y políticos. En buena medida, los dos shows que Waters programó el 21 y 22 de noviembre en el estadio de River son excelentes oportunidades para ver (por primera o enésima vez) a este inquieto artista que volverá a pisar suelo argentino con 80 años recién cumplidos. Y con todas sus mañas, sus obsesiones, sus desvelos.
En estos tiempos, la sorpresa está en vías de extinción. Se puede recorrer internet y tener en vídeos registrados por celulares buena parte de los shows de su gira This is not a Drill. También se puede conocer el repertorio (de las dos docenas de temas que interpreta, más del sesenta por ciento corresponde al catálogo de la banda que integró hasta principios de los ochenta, Pink Floyd, entre un puñado de su carrera solista. Seguramente, en su lista de conciertos porteños no faltarán temas como “Another Brick In The Wall”, “Comfortably Numb”, “Wish You Where Here”, “Money” y “Shine On You Crazy Diamond”.
Pero esas capturas en pantalla de formato celular no son más que una mirada fragmentada que no le hace honor al rey de las producciones conceptuales. Desde la salida de The Dark Side of The Moon, (álbum que en marzo cumplió 50 años), Waters apuntó, casi siempre, a lo conceptual. Y si bien hay temáticas que puede sonar anacrónicos porque el mundo cambió en los últimos 50 años, su virtud estará en el abordaje que Waters hace desde el hecho artístico con una mirada estética del siglo XXI.
Por otro lado, todo esto se conecta con el Waters polemizador. Ese que tiene sus antenas encendidas desde hace décadas, y sobre los temas más variados, de cualquier escala. Desde cuestiones como su más reciente defensa a las acusaciones de antisemitismo (y por ese motivo se intentó cancelar un show que tiene programado en Fráncfort) hasta el apoyo de líderes políticos tercermundistas o su contacto con medios argentinos comunitarios independientes, como La garganta poderosa (“Los conozco como revista, sé que es internacional, y sé que probablemente le hablen a millones de personas de Sudamérica. Sé que están haciendo un gran trabajo, sé de sus orígenes. Se casi todo sobre ustedes. Bueno, casi todo no, pero sé un poquito”, escribió desde Nueva York, en plena pandemia”). Por ese tiempo también llamaba a hacer un boicot contra el Estado de Israel, luego de una nueva escalada de violencia en el conflicto israelí-palestino. Waters se manifiesta en todos los frentes.
Su voz no resulta indiferente. Se puede estar a favor o en contra, lo que no se puede es quedarse pensando en si son pocos o muchos los shows que dará durante una gira porque tanto su creación conceptual como el pensamiento social y político que van detrás tienen mucho más peso que los récords que se puedan o no alcanzar. Además, ya los alcanzó (todos sus shows en la Argentina, de algún modo, lo fueron). Quizás sea momento para volver el foco a temas que no solo se miden con cifras. Un buen motivo para no quedar, como dice aquella vieja canción de 1979, “Comfortably Numb”: confortablemente adormecidos.