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La inspiración, teorías y definiciones

Editorial

 
El Doctor HORACIO ALBERTO KRELL, es creador del método Ilvem y socio de la famosa empresa, el teoriza sobre el tema de la inspiración en esta nota y junto a la escritora peruana Blanca Miosi, reconocida a nivel mundial, desde Venezuela, nos dá su propia vision en la materia.
 

Picasso: «Cuando llegue la inspiración, quiero que me encuentre trabajando».
¿Qué es lo que te inspira: una persona, un lugar, un momento? ¿Sabes qué hacer cuando se te ocurre una idea pero no cómo hacerla aparecer? ¿Te preguntas por qué hoy estás tan inspirado y ayer no caía ninguna? ¿Crees que están arriba y que debes atraparlas al caer? No, si la idea estuviese escrita no existiría la creatividad, tendrías que sentarte y esperar.

La fiesta de ideas. La creación es otra cosa, es ensayo y error, es corregir y reformular. Llega con años de estudio, de trabajo duro, con muchas frustraciones y pocas alegrías. Edison dijo que un genio es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración.

Para muchos el trabajo y la inspiración son rivales. Los griegos llamaban inspiración a un momento de éxtasis divino, el artista recibía la inspiración de los dioses. Freud en el siglo XX, situó a la inspiración en la psiquis del individuo,  la definió como un brote.

«La inspiración de San Mateo», muestra un momento de inspiración. Apoyado en su mesa, pluma en mano, encima de él un ángel enumera el trabajo. San Mateo  parece atento a las instrucciones. Curiosa representación de la inspiración como tarea por hacer.

No hay idea sin concepto. ¿Quién nació antes el huevo o la gallina? El concepto es la representación mental del objeto. Para comunicar un concepto se precisa la palabra, sin ella para hablar de una “piedra” deberíamos apelar a que es: – dura, pesada, rugosa, etc.-  y el concepto perdería su unidad. Por otra parte,  sin la imagen, faltaría el  soporte sensorial.

Los creadores combinan la imagen y la palabra. Einstein señaló que para él la imaginación es más importante que el conocimiento. En vez de complejas ecuaciones matemáticas, hablaba de trenes en movimiento, de rayos, de ascensores en caída libre.

La creación depende de un concepto facilitador, de entender lo que provoca la idea.

¿Qué es?, ¿Cómo es?, ¿Para qué es? Tan simple y complicado. La respuesta es la esencia, no su aspecto, sus características, sin omitir partes que impidan comprender al todo.

Se crea para resolver un problema, el concepto busca su «cómo». Así nacen las ideas, una de ellas será la elegida entre sus hermanas. El concepto no muere con la idea, puede redireccionarse, reinventarse, replantearse. La explosión genial se fundamenta en un proceso técnico que la hace capaz de transitar el camino de la viabilidad.

La creatividad es como un caballo salvaje, el concepto la debe domar,  orientar y guiar. Si no se hace se corre el riesgo de que nos lleve a cualquier parte.

Sin concepto no hay idea y sin idea el concepto no camina. El concepto es el «big bang» de la idea, se puede recrear y corregir. La lluvia de ideas es un ejercicio que lo desarrolla.

Hay que ver más allá en un mundo lleno de información. El conocimiento la usa para crear conceptos e ideas. La sabiduría es el fruto del conocimiento y la experiencia.

La información es como el carbón. Un dato -el carbón en la mina- se convirtió información útil -la bolsa de carbón-. El conocimiento lo convirtió en acero con el que la sabiduría construyó un puente. Unió la información externa (saber) e interna (experiencia)

Inhalar información, exhalar conocimiento Las agencias publicitarias crean un entorno  donde el creativo recibe un tratamiento especial. Pero las ideas no surgen por eso, sino de saber, de reconocer lo inexplorado y de reformularlo con nuevos conocimientos.

Sin conocimiento no hay juego creativo. Las neuronas espejo copian los factores que llevan a la meta. Cuidado: las ideas vuelan y se las lleva el viento. Hay que atraparlas en el aire con libreta en mano. Pasteur decía que  el azar sólo favorece a las mentes preparadas.

La inspiración no es un brote, ni está allá arriba. Con el conocimiento se crea conocimiento, así como los cromosomas forman individuos únicos e irrepetibles. Inspirar es tomar aire. Al inspirarse se lo suelta transformado. Es modificar lo que sabemos, hacerlo de nuevo.

La iluminación. Nadie dice espérenme un ratito que vuelvo con una idea extraordinaria. Las ideas surgen inesperadamente, en la ducha, en el colectivo, con la mente en blanco contemplando la nada, mientras se duerme, y ¡plum!: de pronto nace una idea.

Tratando de forzar la imaginación no sale nada, o sale algo pobre. La creatividad se va perdiendo cuando ya no se revisan los puntos de vista, si no se aprendió a vivir sabiendo que la realidad es tan efímera como el presente. John Adams decía que estar inspirado es como un entrenamiento. Negar la inspiración es como negar el inconsciente.

Para hacer sopa se precisan ingredientes, condición necesaria pero no suficiente. El creativo conoce las reglas, pero sabe qué la transgresión es innovación y no un accidente afortunado.

Ante todo hay que diseñar la vida que se quiere tener, los hábitos que se querrían adoptar, aprender a surfear en las olas y comenzar el lunes, como en todas las dietas.

Así el martes nos sorprenderá inspirados como producto de la voluntad, la tenacidad y el compromiso. Como escribió Cervantes: El que anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho. Eureka,  lo encontré, dijo Arquímedes al despertar en la bañera.

PREPARACIÓN: es un estado de insatisfacción ante un problema. INCUBACIÓN: el problema ingresa en la esfera del inconsciente y su trabajo es invisible. ILUMINACIÓN: la solución aparece y excita. VERIFICACIÓN: comienza el análisis y el control.

Inspiración apreciativa. “No debemos convertir al intelecto en dios. Su musculo poderoso  carece de personalidad. Su función no es tanto la de dirigir como la de servir”. Einstein

Nos enseñan a pensar con problemas a resolver que generan más problemas. Esto nos precipita en un círculo vicioso que destruye el entusiasmo. El Diálogo Apreciativo le da forma al hábito hallar lo bueno y darle viabilidad. En lugar de enfocar la mente en el problema, hace efecto láser sobre lo que se sabe positivo para hacerlo realidad.

Sin historias, la información es una colección de ladrillos, esperando que alguien haga algo con ellos. Con las narraciones nos autoconstruimos y con ellas la cultura ofrece modelos de identificación. Tejiendo historias creamos vínculos, al compartirlas iniciamos relaciones poderosas de cooperación. Como saben los niños, hay algo mágico en los cuentos.

Las historias brindan coherencia, conexión, y aprendizaje a través de canales  familiares.

Plantear preguntas provocadoras es tan importante como dar respuestas claras. Una conjetura se deriva de algo que se sabe y que permite ir más allá. Cualquier aprendizaje pone al sujeto en condiciones de obtener más educación. Un gran triunfo es organizar lo que se tiene en la cabeza de tal manera que permita saber más de lo que se sabe.

“Los sueños que nos mueven se generan a partir de la imaginación. Ellos se construyen con la dura sustancia del mundo de la experiencia”. John Dewey

Para cambiar el mundo primero debemos cambiarnos a nosotros mismos. Reprogramar al inconsciente para neutralizar los factores que nos inmovilizan. La imaginación es la herramienta para reeducar al inconsciente.  Como dijo Einstein  “La lógica lleva de A hasta B, la imaginación, lleva a todas partes”. “El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información”. “La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el regalo”.

No olvidemos que, en el ciclo de conocimiento, trabajo, inspiración  e innovación nada se aprende sin que nos emocione y nos motive. La inteligencia emocional tiene la palabra.

Por su parte la escritora , escribe:

Es la pregunta que siempre me hacen en las entrevistas. Es difícil responder, al menos para mí. Cuando escribí mi primera novela recuerdo que simplemente pasé al papel una idea que tenía en la cabeza, como cuando uno divaga y crea historias, algo que hice siempre, desde muy chica. Tuvieron que pasar muchos años antes de ser consciente de que las imágenes que rondaban en mi mente, las historias que tejía para no aburrirme, podrían ser llevadas al papel, y es que siempre sentí un respeto reverencial por los escritores y no me atrevía a pensar que yo sería capaz de hilvanar una historia de principio a fin como las muchas que leí desde niña.
 
Crecí rodeada de libros, no porque en mi familia fuesen fanáticos de la lectura, fue porque mi madre no tenía dónde dejarme en vacaciones y me enviaba a la biblioteca. Allí encontré un mundo incomparable. Podía pasarme horas sentada frente a la mesa en una dura silla de madera sin sentirla, porque mis cinco sentidos estaban puestos en el libro, sea “Mujercitas”, “Moby Dick”, “El conde de Montecristo”, “La isla misteriosa” o “Los tres mosqueteros”. 
 
Mamá sabía que me gustaba leer; yo le había contado que en casa de papá encontré una caja llena de libros debajo de la cama y me los había leído todos. Había muchos libros de vaqueros, de esos de cowboys, también de Julio Verne y encontré un libro que me impresionó de por vida: “La metamorfosis” de Franz Kafka. ¿Cómo no iba a reverenciar a los escritores? ¡Eran unos genios!
 
Tal vez la respuesta para la pregunta ¿De dónde viene tu inspiración?,  esté allí. En esa enorme cantidad de libros de toda índole que leí desde niña. No fui aficionada a los cuentos para niños, nunca tuve uno con esos gráficos a colores que después conocí, ya de grande, y cuando los leí me parecieron realmente crueles. Madrastras que tratan de asesinar a sus hijastras, brujas que alimentan a niños para cocinarlos y comérselos,… ¿Pueden haber mentes más retorcidas?  El final, claro, siempre feliz. Tal vez es el motivo por el que algunas de mis novelas tengas finales realistas, no siempre las historias terminan como uno desea, la vida es diferente. Cuando acaba una historia (o la vida) acaba y punto. Hasta podría decir que todos los finales de la vida son infelices. Por suerte, en las novelas podemos poner “fin” sin ir más allá de ese final que hemos creado y que quedará impreso por los siglos de los siglos.
 
Después de quince novelas de diversos géneros, porque nunca quise encasillarme ―creo que pese a que mis libros son catalogados por la mayoría como comerciales, y la principal regla del marketing es crearse un nicho de lectores, es decir escribir para un determinado grupo―, decidí que escribiría acerca de lo que a mí me atrajera más. Y lo que más me gusta es escribir historias extraordinarias,  poco comunes. No podría escribir acerca de las desgracias de una mujer que no es correspondida por un hombre, por ejemplo, a menos que sea la parte secundaria de la trama. Tampoco dedicaría horas de escritura a las desgracias de una mujer abandonada (aunque muchas amigas me escriban diciéndome que su vida da para una novela). Claro que si mi amiga fue abandonada por un hombre que resultó ser un espía del Kremlin, y la utilizó para conseguir información a través de la red de traficantes que se movía en su salón de belleza sin que ella fuera consciente de ello, el asunto sería diferente.
 
Creo que la inspiración es la conjunción de varios factores: El deseo de incursionar en un terreno desconocido (no hay nada mejor que investigar acerca de una enfermedad extraña, por ejemplo);  la curiosidad por saber “qué sucedería si…” Una fórmula que utilizo con frecuencia, y el deseo de crear personajes diferentes. No todos los malos son remalos, ni los buenos rebuenos,  el ser humano es como es, con virtudes y defectos. A partir de estos factores empiezo a crear en mi mente, a imaginar situaciones, a contestar mis propias interrogantes: de haber estado yo en tal o cual situación… Entonces surge la historia. Pero eso de pensar que de pronto uno se sienta frente al teclado y la inspiración viene como si se tratara de un hada madrina, nos toca con su varita mágica y ¡Pum!, se enciende una musa es absolutamente falso. Al menos en lo que a mí respecta.
 
La inspiración requiere de un profundo ejercicio de imaginación, investigación, suposición y, de alguna manera, talento para llevarla al papel de manera atractiva, coherente e interesante, con un lenguaje claro, sencillo y comprensible.

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