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El día en que presuntamente amigos de López Rega cortaron y robaron las manos de Perón

El 10 de junio de 1987 fue profanada la tumba del ex tres veces presidente argentino Juan Domingo y además de robarse objetos como su sable.

Por Fernando Del Corro

 

El 10 de junio de 1987 fue profanada la tumba del ex tres veces presidente argentino Juan Domingo y además de robarse objetos como su sable y un poema que le dedicara su última esposa, la también ex presidenta María Estela Martínez, quienes llevaron adelante esa profanación rompieron el cajón que contenía el cadáver, le aserraron ambas manos y las hicieron desaparecer.

No era aparentemente una tarea fácil para los responsables del hecho ya que el féretro de Perón se encontraba en el subsuelo de la bóveda familiar en el cementerio porteño de la Chacarita, junto a los de su madre y su hermano bajo normas de seguridad que hacían extremadamente difícil acceder al lugar. La puerta tenía cuatro cerraduras que hacían necesarias doce llaves para abrirla. Además contaba el lugar con un vidrio blindado de siete centímetros de espesor para protegerlo y, por otra parte, la cubierta de madera del cajón contaba con una plancha de metal. A pesar de todo ello pudieron cumplir con su propósito.

López Rega.

Si bien pronto trascendió la violación del espacio físico ese 10 de junio, 34 años atrás, la verdad pudo saberse cuando el siguiente 26 llegaron tres cartas a otros tantos importantes dirigentes peronistas a los que se les reclamaban ocho millones de dólares estadounidenses para reintegrar lo robado argumentando que Perón, en 1973, cuando el peronismo se aprestaba a volver al poder a la Argentina, les había solicitado esa enorme suma de dinero y nunca se las reintegró.

La misiva, firmada por un tal “Dr. Hermes lai” llegó acompañada por partes del poema que María Estela, Isabelita, había escrito en homenaje a Perón y dejara en su tumba. A Vicente Leónidas Saadi, el entonces presidente del Partido Justicialista, le correspondió la mitad superior del poema y al cervecero Saúl Edolver Ubaldini, el principal dirigente sindical de la época, la parte inferior. La tercera de las cartas, sin el poema, le llegó a Carlos Alfredo Grosso, jefe del PJ porteño y más tarde intendente de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires a comienzos de la presidencia de Carlos Saúl Menem. Los tres destinatarios fueron advertidos de que para dar cuenta de su interés en negociar el siguiente 15 de julio se debían izar dos banderas argentinas en las oficinas del PJ.

El 29 un sobrino de la víctima ingresó a la bóveda, verificó lo sucedido y realizó la denuncia correspondiente en la Comisaría N* 29 de la Policía Federal. En consecuencia de inmediato se puso en marcha la investigación judicial sobre un hecho impactante que había conmovido al propio gobierno del presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Un par de días después, el primero de julio, la bóveda fue inspeccionada por el juez Jaime Far Suau junto con los entonces jefe de la Policía Federal, Juan Ángel Pirker, y titular de la referida Comisaría N* 29, Carlos Zunino, todos ellos luego también víctimas de circunstancias violentas. En el caso del juez se produjo un llamativo accidente en una ruta en noviembre de 1988; el auto en el que viajaba volcó y el falleció. El jefe de la PF murió poco después en su despacho y el comisario Zunino recibió un disparo en su cabeza mientras sufría un asalto en su domicilio pero logró sobrevivir.

Licio Gelli.

También hubo otras víctimas como la de Paulino Lavagno, portero del cementerio, después de una dura paliza, y la de María del Carmen Melo, la que solía llevar flores a la tumba, cuando hizo saber que tenía pistas de un sospechoso.
La investigación dejo en claro que los profanadores tenían una clara relación con quienes tenían el acceso formal al lugar ya que habían podido acceder al mismo utilizando copias de las llaves de las cerraduras de la bóveda y el blindaje por lo que no habían tenido las dificultades que se presumieron. Las llaves estaban en custodia en la Casa Militar originalmente y luego del Escribano Mayor del Gobiernol a partir de que a comienzos de 1977 el cadáver fuese guardado allí por orden del genocida gobernante Jorge Rafael Videla.

Pronto se sospechó de la participación de la logia masónica “Propaganda Due”, más conocida como P2, uno de cuyos mayores exponente era el italiano Licio Gelli, y en la que participara José López Rega, secretario de Perón durante el exilio de éste en España y luego ministro de Bienestar Social con la llegada del peronismo al gobierno en 1973. La denuncia ante el juzgado de parte de Leandro Sánchez Reisse, agente del Batallón 601 fue importante al respecto ya que acusó a Gelli de ser quién tramara la profanación.

Gelli había sido un activo funcionario juvenil en tiempos de Benito Andrea Amilcare Mussolini en Italia y luego con Francisco Franco en España. Estuvo allegado también a la Central de Inteligencia Americana la que hasta el presente se ha negado a desclasificar la información que posee sobre este caso. A pesar de las activas investigaciones todo quedó sin resolver y pasados unos años, en 1994, la investigación fue reabierta cuando se encontró un juego de llames del cementerio en la Comisaría N* 29. En 2008 el expediente fue robado de la casa del juez que por entonces llevaba la causa.

                                                                                                                                                             Bóveda.

En 1996 se descartó el móvil económico ya sea por el pedido de los ocho millones de dólares estadounidenses como sobre el supuesto de que había un anillo de por medio donde estaba registrada la clave para abrir una caja fuerte en Suiza. La hipótesis que quedó como la más plausible es que se haya tratado de una venganza por el presunto incumplimiento, por parte de Perón, de un acuerdo pactado en Madrid con Gelli y la P2, con López Rega presente, que debía favorecer a la logia, una vez él reinstalado vía Héctor José Cámpora en el poder. Algo para lo cual hay versiones que dicen que colaboró decisivamente la P2, incluyendo acciones para convencer al gobierno de los Estados Unidos de América y al papado, entre otros, de la conveniencia de la vuelta del peronismo al gobierno en la Argentina como una forma de evitar el crecimiento del comunismo en esa etapa de la Guerra Fría en América Latina. Gelli, al igual que López Rega, era un furibundo anticomunista.

Cabe señalar que “El brujo” López Rega, creador en su momento de la asesina Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, falleció en la CABA el 9 de junio de 1989, casi exactamente dos años después de la profanación del cadáver de Perón.

 

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