Qué es la economía verde y cómo podría mejorar la relación con el medio ambiente
El término se remonta a la década de 1980 y apunta a una transformación de la economía. Conoce sobre esta temática y cómo trabajar en pos de un futuro saludable, próspero y equitativo.
La economía mundial se multiplicó casi por cinco durante los últimos 50 años. Sin embargo, este crecimiento tuvo un alto costo para el medio ambiente, señala la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Por su parte, la Coalición de Economía Verde (GEC, por sus siglas en inglés), la alianza más grande del mundo para economías verdes y justas, asegura que, en su forma actual, esta actividad ha creado riqueza para unos pocos a expensas de la mayoría, ha impulsado el cambio climático y las extinciones masivas y ha priorizado el consumo sobre la sostenibilidad.
A pesar de esto, y aunque pueda parecer que la economía no puede ir de la mano del respeto y el cuidado por el planeta, expertos consultados por National Geographic señalan que es posible mediante la transición hacia una economía verde enfocada en mejorar el bienestar de la población y en reducir los riesgos ambientales.
Earthday.org, la organizadora mundial del Día de la Tierra, subraya que invertir en economía verde es el único camino hacia un futuro saludable, próspero y equitativo. Según indica, todos los grupos tienen su propia responsabilidad para tomar medidas contra la crisis climática: las empresas, los gobiernos y la sociedad civil.
Qué es la economía verde
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) define la economía verde como “aquella que resulta en un mejor bienestar humano y equidad social, reduciendo significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas”.
El organismo sintetiza que una economía puede ser considerada verde cuando es baja en carbono, eficiente en recursos y socialmente inclusiva.
Sumado a eso, es una herramienta para superar brechas y trampas de desarrollo (presiones inflacionarias o tensiones geopolíticas) características de la región, agrega el argentino Luis Cecchi, analista de políticas de la unidad de América Latina y el Caribe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Según GEC, la economía verde sigue 5 principios clave: bienestar, para que todas las personas puedan crear y disfrutar de la prosperidad; justicia, es decir, que haya equidad dentro y entre generaciones; y límites planetarios, ya que la economía debe salvaguardar, restaurar e invertir en la naturaleza al reconocer y valorar su importancia.
Los otros dos principios son: eficiencia y suficiencia, considerando que la economía verde es baja en carbono, conservadora de recursos, diversa y circular; y buen gobierno, es decir, la economía debe estar guiada por instituciones integradas, responsables y resilientes y las decisiones deben basarse en la evidencia y contar con la participación y el consentimiento público.
El origen de la economía verde
El concepto de economía verde se comenzó a utilizar en la década de 1980 cuando apareció en el título del libro Plan para una economía verde (en inglés en su título original: Blueprint for a Green Economy), comenta Joan Melé, economista español, conferencista, consultor, presidente de la Fundación Dinero y Conciencia y promotor de la Banca Ética en Latinoamérica.
De acuerdo a la explicación del reconocido conferencista, este texto no creaba nada nuevo, sino que daba nombre a un nuevo modelo económico que había surgido entre finales de la década de 1960 y principios de 1970 y que se basaba en un despertar de la conciencia.
“El ser humano y la Tierra comenzaban a ser más importantes que el beneficio económico. El objetivo era crear bienestar para todos y además hacerlo con respeto al medio ambiente”, destaca Melé. Para el experto, la economía verde es "antropocéntrica" y "geocéntrica", mientras que el modelo tradicional es "dinerocéntrica" o "beneficiocéntrica".
Para el español, este cambio de paradigma es equiparable al planteo que hizo Copérnico respecto de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Al principio puede generar rechazo, “pero al final se va imponiendo por sentido común”.
Por qué es importante la transición hacia una economía verde
Tal como informa el Reporte del Estado del Clima en América Latina y el Caribe 2020 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) esta es una de las regiones del mundo donde los efectos e impactos del cambio climático (como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos o los incendios forestales) serán más intensos.
A su vez, el informe Perspectivas económicas de América Latina 2022: Hacia una transición verde y justa publicado por la OCDE en 2022 advierte que esos fenómenos tendrán consecuencias socioeconómicas adversas en la población. Tal como explica el organismo, un escenario de calentamiento global de 2.5° Celsius le podría costar a la región entre el 1.5% y el 5.0% de su producto interno bruto (PIB) de aquí a 2050.
De hecho, estos efectos ya se perciben en muchos países de América Latina y el Caribe a través de la caída de la productividad agrícola y turística, de los movimientos migratorios provocados por el clima y los costos de reconstrucción luego de un desastre natural.
Es por esto que el informe es contundente respecto a la necesidad de que la región movilice recursos para financiar la transición verde.
Esta no solo provoca efectos positivos en el ambiente a través de la reducción de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también genera beneficios sustanciales en términos de justicia social, señala Sebastián Nieto Parra, economista colombiano y jefe de la Unidad de América Latina y el Caribe del Centro de Desarrollo de la OCDE.
“Muchas veces son los países más desarrollados los que más emiten e incluso al interior de un país son las clases más favorecidas las que generan más emisiones de dióxido de carbono (CO2). Gracias a la transición verde podemos hacer los ajustes necesarios y permitir un mejor nivel y calidad de vida para los más desfavorecidos”, considera el experto colombiano en diálogo con este medio.
Sumado a esto, Cecchi, quien coordinó el informe de perspectivas de la OCDE, considera a la transición verde como un instrumento para generar empleos de calidad, transformar las matrices productivas y energéticas, y mejorar el bienestar de los ciudadanos.
Si bien el escrito reconoce que con la transición podrían perderse algunos puestos de trabajo de los sectores marrones (los más emisores), aclara que, de aplicarse políticas eficaces, se pueden crear muchos otros puestos laborales formales. De hecho, se estima que estos cambios podrían suponer un aumento neto del empleo del 10.5% en la región de aquí a 2030.
En relación a este punto, Nieto Parra destaca la necesidad de empoderar a los trabajadores, a los accionistas y a los empresarios de los sectores marrones para que estén preparados para cambiar su modelo de negocio.
Además de reducir las emisiones de GEI, la inversión en tecnologías renovables puede aportar un suministro de energía a menor costo e incluso una menor dependencia de productos importados derivados de combustibles fósiles.
Una transición verde es posible: cómo conseguirlo
La transición verde puede resultar un desafío en el mundo y particularmente en Latinoamérica. Pero es posible conseguirlo gracias a la educación y al trabajo conjunto de diversos sectores, reconocen los expertos.
“Para implantar la economía verde de forma mayoritaria, se debe comenzar por una educación financiera en la escuela basada en la dignidad humana. Hay que enseñarles a los jóvenes que cada uno es responsable de sus actos, no el mercado. En la medida en que los consumidores exijan responsabilidad, este nuevo modelo irá creciendo”, considera Melé.
Asimismo se pueden tener en cuenta algunas estrategias como las que menciona la OCDE. Entre ellas enumera: aumentar y fomentar el gasto público y privado en energías limpias y eficiencia energética (consideradas las formas más rentables de reducir las emisiones a escala mundial); desarrollar planes definidos de inversión en infraestructuras de energías renovables en los que especifiquen cuestiones tales como en qué proyectos es necesario invertir y dónde, cuándo deben construirse, etcétera.
A su vez, “la región necesita un gran impulso para desarrollar formas innovadoras de movilizar recursos públicos y privados. Los impuestos medioambientales se presentan como una gran oportunidad, ya que pueden generar ingresos adicionales, incentivar conductas adecuadas y acelerar la transición verde”.
En el mismo sentido, continúa el informe de la organización de cooperación y desarrollo, la racionalización y la supresión progresiva de los subsidios a los combustibles fósiles son una forma de liberar más recursos.
A esto se agrega la necesidad de potenciar el uso de instrumentos de deuda, como los bonos verdes, sociales, sostenibles y vinculados a criterios de sostenibilidad, los canjes de deuda por naturaleza, los bonos de catástrofe y las cláusulas sobre desastres naturales.
Aunque todavía se precisa mayor impulso, en Latinoamérica existen algunos ejemplos de transición. Entre ellos, el organismo señala en su informe que en las dos últimas décadas muchos países de la región han avanzado en la creación de mercados de energías renovables y en la diversificación de su matriz energética. Algunos números permiten ilustrar el escenario: en 2020, las energías renovables representaban el 61% de la generación regional de electricidad.
Esta transformación hacia energías renovables no solo es beneficiosa en términos energéticos, sino que también contribuiría a la descarbonización de otros sectores como la industria pesada y el transporte, para los que actualmente no existen alternativas viables a los combustibles fósiles.
No obstante, existen diferencias regionales, reconoce dicho documento. Por ejemplo, mientras que Brasil genera el 84% de su electricidad con energías renovables, la matriz energética de Jamaica depende un 87% de la importación de derivados del petróleo.
Todos tenemos una responsabilidad, pero estas industrias son claves
Los niveles de concientización y preocupación por la gravedad del cambio climático por parte de los latinoamericanos es cada vez mayor e incluso supera a los de otras regiones, comenta Cecchi. En promedio, el 68% de los latinos reconoce que el cambio climático constituye una amenaza muy grave para su país en los próximos 20 años.
Esta demanda social tiene un impacto a nivel político. La importancia que los ciudadanos le conceden a la agenda verde podría convertir la transición verde en el elemento cohesionador de un nuevo contrato social en la región.
“Como ciudadanos tenemos el poder y el deber de hacer oír nuestra voz. Lo que cada uno de nosotros hace, y cómo lo hacemos, tiene un efecto dominó masivo en nuestros ecosistemas, así como en el ritmo de las acciones corporativas y gubernamentales”, se lee en earthday.org.
Al respecto, Melé dice que los consumidores deben buscar el despertar de la conciencia y hacer un cambio desde lo cotidiano. Una buena manera es preguntarse: “¿Qué compro? ¿Quién lo ha fabricado? ¿En qué país? ¿En qué condiciones humanas?”.
Un grupo destacado en este sentido es la Generación Z (personas nacidas entre 1995 y 2010). Según Earthday, el 45% de ellos ya ha dejado de comprar a marcas con malas prácticas éticas y de sostenibilidad.
Además de los ciudadanos, existen algunos sectores estratégicos para avanzar en la transición. Entre ellos, Cecchi menciona al sector energético, en el cual la región tiene potencial a futuro. “Las energías renovables representan el 33% del suministro total de energía de la región, frente al 13% a nivel mundial”, indica el documento de la OCDE.
Otro sector relevante en el que urge una transformación en la región es la agricultura y la ganadería, donde se debe trabajar no solo en reducir las emisiones, sino también en generar empleo formal.
Por otra parte, Cecchi y Nieto Parra identifican al transporte, la industria, los procesos productivos, el turismo y la minería sostenibles.
Ambos expertos reconocen que la transición verde podría provocar un desplazamiento de recursos de unos sectores a otros y, consecuentemente, llevar a determinados grupos de interés a oponerse. Por ello, insisten en la necesidad de generar espacios de diálogo entre los ciudadanos, las agrupaciones civiles y el sector privado.
“Todas las industrias y actividades económicas pueden y deben reenfocar su actividad, desde la agricultura y ganadería (gran responsable de la contaminación y del cambio climático), hasta el sector de los servicios, todos pueden cambiar. Solo es preciso que los seres humanos pongamos nuestra inteligencia, capacidades y recursos al servicio del bienestar común, no del crecimiento económico”, reflexiona Melé.
A modo de reflexión, el economista y conferencista español insiste en que la economía y el cuidado ambiental no son dos caminos separados. Según explica, ya existen empresas (entre ellas algunos bancos) que anteponen las personas y el medio ambiente a los beneficios económicos y la mayoría de ellos han comprobado que eso no va en detrimento de sus beneficios, sino todo lo contrario: sus empleados están motivados y trabajan de manera más eficiente.
“Si los bancos pueden cambiar, entonces no hay excusa: todas las empresas pueden cambiar”.
Aunque también reconoce causas más profundas detrás de la codicia y ambición sin límites, el presidente de la Fundación Dinero y Conciencia resalta que “solo el miedo al cambio hace retrasar el progreso de este tipo de economía”.
“Hemos desarrollado mucha inteligencia, pero desconectada de la Tierra y del cosmos. Tenemos inteligencia, pero hemos perdido la sabiduría, y nos hemos perdido por el camino. Como decía Viktor Frankl, el hombre debe ir de nuevo en busca de sentido y decidir qué quiere hacer de su vida en el tiempo que le ha sido concedido. Quizás se de cuenta que pensar solo en ganar dinero y acumular propiedades es perder una gran oportunidad”, finaliza Melé.
Por su parte, y como conclusión, Nieto Parra destaca el desafío y la posibilidad de concretarlo: “Es una agenda súper ambiciosa, pero es posible siempre que haya un consenso entre los diferentes sectores: privado, público en todos sus niveles, ciudadanía y sobre todo una mejor cooperación internacional”.
Fuente: NG