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San Martín de los Andes celebra la reapertura de su escuela de vuelo

El aire del valle se corta con cuchillo, no hay viento y los sonidos se perciben lejanos. Son las 18. El momento que, en el ambiente aeronáutico, es conocido como “la hora en la que vuelan los C...

El aire del valle se corta con cuchillo, no hay viento y los sonidos se perciben lejanos. Son las 18. El momento que, en el ambiente aeronáutico, es conocido como “la hora en la que vuelan los Comodoros”, ya que es la más apropiada para volar.

El aeropuerto de Chapelco está en completa calma, los vuelos comerciales no vuelven hasta el día siguiente y la torre de control ya está en silencio.

Tato Molina hace girar manualmente la hélice del Boero (avión monomotor) para que el aceite circule por el motor antes de la puesta en marcha, y luego de los chequeos de rutina todo queda listo para la partida.

En pista, la manga que indica la dirección del viento, cae a pique sobre su atalaya: no sopla ni una brisa. Algo poco común en la Patagonia, pero no tanto en otoño, época del año donde el clima es más benigno.

Truena el escape del Boero. El pequeño biplaza se sacude brevemente mientras el motor gana temperatura. A su derecha, el PA-18 de Gustavo Alder, ya está listo para el rodaje. Las sombras estiradas de ambas aeronaves sobre la pista indican, a las claras, que hay que apurar la marcha si no quieren volver en penumbras.

El sol se acuesta sobre la cordillera dejando al desnudo un relieve infinito de textura. Mientras ambos aparatos ganan altura, el patrón de volúmenes iluminados y sombras estiradas, gana protagonismo. Los colores se acentúan y las sombras se transforman en agujeros negros donde no existe detalles ni tono alguno. El paisaje toma una nueva dimensión y las texturas sobre el terreno destacan con fuerza inusitada.

El Lanín omnipresente

Al alcanzar tan solo mil pies (unos 300 m de altura) sobre nivel de la pista, aparece la figura impactante del volcán Lanín que se destaca en el horizonte cercano. Poco más de 50 km nos separan de sus laderas. Basta con poner rumbo noroeste para alcanzarlo en escasos 20 minutos, por el lado de la cuenca del lago Huechulafquen. El Lanín exhibe el glaciar de la cara sur en todo su esplendor.

Las dimensiones del macizo realmente pueden vislumbrarse desde el aire. El avión parece moverse en cámara lenta y cuando aparenta estar cerca de la cumbre, sigue estando a cientos de metros de distancia. Un tupido bosque de altura, cubierto por nieve temprana, se extiende kilómetros hasta desaparecer en un mar de hielo. El volcán es una torta redonda y perfectamente cónica. Tomando como eje central su cumbre, el 70% de su circunferencia pertenece a territorio argentino y el resto a Chile. Tiene una altura total de 3.776 metros sobre el nivel del mar, el más alto de la región.

De regreso, sobrevolamos Junín de los Andes y el valle del serpenteante río Chimehuin. Al llegar al encuentro con el Quilquihue, viramos abruptamente a la derecha en dirección al lago Lolog, y emprendemos un vuelo bajo ya que no hay obstáculos hasta las nacientes del río. La sensación de velocidad aumenta por la proximidad del suelo y resulta fácil avistar ciervos y guanacos que merodean cerca de los cursos de agua.

Plácido aterrizaje

Nuevamente en el valle de La Vega, nos dirigimos hacia el suroste, en dirección al Lácar, con el imponente Cordón del Chapelco a nuestra izquierda. A esta hora presenta todas su laderas boscosas iluminada por los últimos rayos de sol. Una paleta de rojos, naranjas y ocres resaltan bajo el azul diáfano del cielo cordillerano.

El casco céntrico de San Martín de los Andes está justo debajo del avión. A un lado y a otro pueden verse sus calles y edificios principales, al igual que la costanera del lago y el muelle. El cerro Bandurrias, como una muralla, abraza la ciudad y la protege de los fuertes vientos que suelen azotar desde el oeste. Desde el aire es posible apreciarlo claramente. En tierra solo puede verse una imagen muy parcial de esta fortaleza natural.

Más allá están “La Islita” y la península de Quila Quina, a simple vista y en una sola imagen. Finalmente, el sol se hunde detrás del cerro Acol y las estiradas sombras comienzan a fundirse en un único tono. Infinidad de detalles e información comienza a surgir de la oscuridad mientras el ojo se acostumbra a ella. Los últimos rayos se cuelan por las crestas haciendo que nuestros aviones destellen en medio del valle ensombrecido.

La pista del aeropuerto Carlos Campos está a la vista y es tan extensa que nuestros aviones parecen aún más pequeños. “Gusti” inicia el circuito y sobrevuela toda la pista para aterrizar justo en el final, cerca de la salida donde se encuentra el hangar del aeroclub. Nuestras nobles aeronaves necesitan unos pocos cientos de metros para despegar y aterrizar, mientras que la pista de Chapelco tiene 2500 m de extensión total.

Una nueva etapa

El Aeropuerto de Chapelco, además de ser la puerta de ingreso a San Martín de los Andes, es sede de uno de los aeroclubes con más tradición de nuestro país. Uno de los pioneros de la Patagonia y de la provincia del Neuquén: fue inaugurado en 1964 y tuvo su época de gloria en los 80, cuando la incipiente actividad aeronáutica estaba en manos de aviadores de la talla de Carlos Campos.

A principios de 2020, una nueva comisión directiva, compuesta por jóvenes pilotos y aficionados locales, se dio a la ardua tarea de recuperar la institución y a su escuela de vuelo, finalidad primordial de todo aeroclub, que mientras promueve la actividad aérea, forma nuevos pilotos.

Para ello era necesario reconstruir el único avión propiedad del club, el Aero Boero 115 del año 1970, que requería de muchísimas horas, dedicación y una suma importante de dinero.

“Gusti” Alder y Tato Molina, junto a unos pocos entusiastas, son los responsables de que hoy vuelva a haber vida en el Aero Club de Los Andes. La tarea no fue sencilla, pero luego de mucho esfuerzo, trámites y gestiones, la Escuela de Vuelo está en marcha otra vez. Con aportes de los socios activos se consiguió restaurar a nuevo el planeador del avión, que continúa en la provincia de Buenos Aires mientras el nuevo motor es terminado y colocado. Esta última gestión contó con el apoyo del Instituto de Juegos de Azar del Neuquén (IJAN). Se estima que a partir de octubre estará en plena operación.

Contactos: Gustavo Alder +54 9 2944 41-4101 / Gastón Molina: +54 9 2944 65-0844.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/san-martin-de-los-andes-celebra-la-reapertura-de-su-escuela-de-vuelo-nid20062023/

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