Vinicius no responde comiendo una banana: señala a quienes se la arrojan
Gritan “mono”, arrojan bananas al campo y aúllan haciendo gestos simiescos. El jugador rival es un mono. Porque es negro. Sin embargo, la única vez que la Liga de España (LPF) aplicó el reg...
Gritan “mono”, arrojan bananas al campo y aúllan haciendo gestos simiescos. El jugador rival es un mono. Porque es negro. Sin embargo, la única vez que la Liga de España (LPF) aplicó el reglamento que permite suspender un partido por insultos fue en 2019, cuando ultras de Rayo Vallecano le gritaron nazi a Roman Zozulya, nacionalista ucraniano al que no querían en su equipo. Gritos de mono volvieron a escucharse el último domingo. La víctima, otra vez, fue el crack brasileño de Real Madrid, Vinicius Junior. “¡Mono, Vinicius eres un mono. Eres un mono, Vinicius eres un mono!”, le cantaron hinchas de Valencia apenas bajó del autobús, al ritmo de Guantanamera. Repitieron luego, Vinicius los señaló y se paró el partido. Al final se fue expulsado, haciendo gestos a los hinchas. Antes de volver al autobús, Vinicius firmó autógrafos a unos niños. Un periodista aprovechó para preguntarle: “¿Vas a pedir perdón por el gesto?”.
Por criticar inacción de la Liga de España (LPF), Vinicius también fue cuestionado por su presidente. Javier Tebas le dijo que nueve de las diez denuncias elevadas por la Liga fueron justamente por insultos contra él. Y le recordó que en 42 equipos de las dos principales categorías del fútbol español hay “más de doscientos” jugadores negros que “reciben cada jornada el respeto y el cariño de toda la afición”. ¿El problema entonces es la víctima? Duro desde niño, cuando los rivales mayores solo apelaban al golpe para frenarlo, Vinicius no es de los que responden poniendo la otra mejilla. Y tampoco comiendo una banana, como hizo alguna vez Dani Alves. Vinicius señala a quien la arrojó. “Es una víctima mala”, ironizó la exlegisladora española Nagua Alba en el diario Público.
A Vinicius le gritaron “mono” estos dos últimos meses en Osasuna, Betis y Barcelona. Lo peor sucedió en enero, en la previa del clásico ante Atlético de Madrid. En un puente apareció colgado un muñeco negro con la camiseta de Vinicius y la inscripción “Madrid odia al Real”. Justo ayer fueron detenidos cuatro hinchas del Atlético por ese hecho. También fueron detenidos tres de Valencia, que anunció que expulsaría de por vida a los agresores del domingo. La Federación despidió a los árbitros VAR apuntados por la expulsión del brasileño, cuya tarjeta roja fue levantada, e impuso multa y clausura en una tribuna del Mestalla. Difícil que, esta vez, la Fiscalía de Valencia diga que los insultos se escucharon en solo “dos ocasiones” y duraron apenas “unos segundos”, como se excusó la de Madrid en una agresión anterior contra Vinicius. Hubo solidaridad de la FIFA, UEFA, Conmebol, del DT Carlo Ancelotti, de jugadores y ex jugadores. Y de todo Brasil: el presidente Lula habló en el G7 en Japón, su gobierno convocó al embajador de España, y hasta el Cristo Redentor se apagó una hora en apoyo al crack. Pobre Tebas. Quedó más expuesto que nunca.
El video que Vinicius colgó en las redes es devastador. No es uno ni diez agresores. Son cientos. Y en muchas canchas. Vinicius seguirá sufriendo porque los estadios suelen ser territorio liberado. “El dulce anonimato de la multitud”. Algunos podrán gritar “mono” y no considerarse racistas. Sino hinchas que, es histórico, buscan desequilibrar al rival atacándolo en su lado más vulnerable. Hinchas racistas que abrazan y vivan a sus propios jugadores negros. En el Bernabéu, hoy solidario con Vinicius, hubo insultos de “puto” y “drogata” contra Pep Guardiola solo dos semanas atrás, cuando Real Madrid recibió a Manchester City. Algo habitual en las canchas argentinas, aunque aquí no decimos racismo, decimos folclore. Siempre exagerado, el fútbol puede no ser el mejor escenario para el debate. Y tampoco Vinicius es la peor víctima (22 años, salario anual de 21 millones de euros en el todopoderoso Real Madrid). “Que el racismo solo nos escandalice cuando afecta a ricos y famosos pero jamás con los pobres nos define como sociedad”, tuiteó Oscar Campos, fundador de la ONG Open Arms.
A cada rodada fora de casa uma surpresa desagradável. E foram muitas nessa temporada. Desejos de morte, boneco enforcado, muitos gritos criminosos... Tudo registrado.
Mas o discurso sempre cai em “casos isolados”, “um torcedor”. Não, não são casos isolados. São episódios… pic.twitter.com/aSCMrt0CR8
El ruido de la pelota suele desnudar algo más. Vinicius, inevitable, se coló como tema de debate en las elecciones que España celebra este domingo y en las que Vox, de ultraderecha, expone a los nuevos defensores de la libertad global. Rebeldes siglo 21 que exigen libertad. Libertad para despreciar e insultar. Tienen sus redes que vomitan odio. Discursos naturalizados que piden “deportar” al rival o “limpiar” tal ciudad. Vox busca consolidarse como poderosa tercera fuerza. Tiene millones de votos, el de Tebas incluido. “Lo que ha pasado el domingo en Mestalla –escribió la exdiputada Alba en su artículo en el diario Público–, lo que pasa sistemáticamente en los estadios, es solo un síntoma de lo que sucede en nuestras calles, bares, oficinas, casas y colegios cada día, todos los días”. Alba recordó que en sus sus tiempos de escuela sufría compañeritos de “7 u 8 años” que le cantaban una canción racista. Sigue sucediendo hoy, suicidios incluidos. Lo recordó ayer una organización que denuncia el acoso escolar racista. Uno de los últimos, hace tres meses, sucedió en una escuela de Mallorca. Un joven intoxicado por sus compañeros. Ni siquiera sabemos su nombre. Solo sabemos que es brasileño como Vinicius. Y que sus compañeros le gritaban “mono”.