River dejó la mesa servida, solo falta la frutilla del postre a su menú de futuro campeón de la Liga Profesional
En la noche que los hinchas mimaron a Enzo Pérez para que se saque de la cabeza la idea de irse después de diciembre, River reforzó su idilio con un título que empieza sentir en sus manos. Volv...
En la noche que los hinchas mimaron a Enzo Pérez para que se saque de la cabeza la idea de irse después de diciembre, River reforzó su idilio con un título que empieza sentir en sus manos. Volvieron los titulares, la formación base, y la derrota contra Barracas Central quedó como un error de cálculo, un tiro que salió por la culata. River volvió a parecerse a sí mismo, al que viene cimentando una campaña que acorta los pasos hacia la vuelta olímpica. Quizá sea el sábado, ante San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, si se combinan un par de resultados, y si no debería cristalizar en alguna de las fechas siguientes. Cuando River corre, propone, llega y hace goles, desprende aroma de campeón.
Le ganó a Colón en un triunfo que llegó por maduración. La mira telescópica de Nicolás De la Cruz, ovacionado cuando fue reemplazado en el segundo tiempo, despejó la nube defensiva rival. Y cuando Colón salió de su cueva en el segundo tiempo, obligado por el resultado, River le asestó otro golpe con un gol gestado a partir del jugador N° 12, el alcanza-pelota que aceleró el lateral que hizo Casco para Nacho Fernández, que asistió a Beltrán para la definición, con todo Colón abierto y desparramado. Esta integración entre los de afuera y los de adentro ya se había dado en el gol de Nacho Fernández a Unión, cuando Delfina Lombardi también apuró la reposición de la pelota desde un lateral.
Fue un partido previsible, al que River ya está habituado desde que sacó chapa de equipo dominante y voraz en la ofensiva. Y mucho más si el encuentro es en el Monumental. El desafío es romper el muro rival, descubrir huecos entre un pelotón de adversarios que se amotinan delante de su área. Colón venía de recibir cuatro sopapos de Racing, en la peor actuación del ciclo de Néstor Gorosito, y necesitaba apelar a su orgullo y amor propio para no ser otra vez arrollado.
Lo más destacado de River 2 - Colón 0
Un desafío a la paciencia y precisión de River. Colón lo esperó con una línea de cinco y otra de tres por delante. Cavó trincheras por todos lados, y River se atascaba un poco, porque encadenaba varios pases, pero fallaba en el que debía sorprender y terminar de limpiar la búsqueda.
Enzo Pérez se plantó como el mariscal del campo. Bien ubicado, funcional a las necesidades de su equipo y de lo que demandaba el partido. Criterioso con la pelota y con el sentido táctico que lo transforma en un director técnico dentro de la cancha.
Barco arrancó menos influyente que en cotejos recientes, Nacho Fernández se movía con la libertad que le marca su instinto, Aliendro hacía el trabajo hormiga que vale oro y De la Cruz empezaba a enfocar el arco. River tenía más elaboración que remate. Beltrán, otra vez sacrificado para jugar de espaldas al arco, no llegó a conectar un centro de Aliendro cuando quedó de frente, en el área chica.
Armani no intervino en el primer tiempo, solo tocó la pelota para un saque del arco, luego de que Meza hiciera pasar de largo a Casco y rematara desviado. River también había achicado bastante el riesgo del contraataque de Colón. Era ofensivo sin desmantelarse, bien vigilado por el triángulo central que conformaban González Pirez, Paulo Díaz y Pérez.
Se iba un primer tiempo en el que a Colón le salía el plan, bien parapetado, especulando también con que le entrara la desesperación a River. Había cuadruplicado a Colón en cantidad de pases, muchos de ellos inocuos. Obsesionado con pisar el área para la definición, el conjunto de Demichelis necesitó alejarse un poco para hacer diana. Lo hizo con un tiro libre de De la Cruz, un bombazo al ángulo para abrir una avería en el granítico Colón.
En las últimas horas se conoció que Flamengo desistió de la contratación de De la Cruz. Todo lo que lo pueda retener River le dará réditos futbolísticos. El uruguayo es la clase de jugador que hace diferencia, aporta soluciones cuando los problemas se acumulan. Y no solo es pegada y explosivo cambio de ritmo. También es generoso y sacrificado para la recuperación, nunca se desentiende de las labores más opacas.
Aun antes del gol, la ansiedad no se había instalado en el Monumental. Había una mezcla de ilusión y convicción en que el gol iba a llegar, por decantación o por derribo. Fue con un misil.
Enzo Pérez, antes de ser reemplazado y recibir otro baño de afecto desde las tribunas, volvió a ejercer de jefe para calmar a los hinchas que en la cabecera se desfogaban con “Wanchope” Ábila en el calentamiento. El capitán los calmó. Les dio a entender que el entretenimiento y el atractivo estaba en otro lado, en acompañar a un equipo que juega y gana para que la pasen bien, que está a punto de regalarles un título al que solo falta ponerle la fecha. La mesa está servida, solo resta la frutilla del postre para completar el menú del futuro campeón.